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Por más que sea una
frase hecha, no es mentira que Chile es un país altamente solidario. Se
demuestra en cada oportunidad que la naturaleza nos pone a prueba, que no son
pocas, como cuando pasó por Los Ángeles un tornado o este fin de semana pasado
cuando en la provincia cayeron niveles de lluvia históricos, que dejaron en
Cabrero a unas 1.500 personas damnificadas, casas anegadas y ahora el peligro
de las enfermedades que surgen después de las inundaciones. En ambas ocasiones
fueron los vecinos los que, ocupando lo que tenían a mano, prestaron las
primeras ayudas. Más tarde se sumó el municipio respectivo y los colindantes y
luego la mano del Gobierno.
¿Pero qué hay
después de la solidaridad? En el caso del tornado, apareció el levantamiento de
datos a través de una ficha y luego los subsidios. Pero ahí fue deficiente la
entrega de información y no faltaron los vecinos que postularon sin tener los
requisitos para obtener el beneficio porque no sabían que no calzaban en el
perfil. En Cabrero, en tanto, la municipalidad se dedicó en las primeras horas
a colaborar con la emergencia pero luego apuntó, acertadamente, a entablar una
investigación para revisar las causas que pudieron derivar en un desastre de
tal magnitud. El alcalde Gierke cree que puede haber algún desvío de cauces
que, sobrepasado por las lluvias, dejó a parte de su comuna bajo el agua. Y es
bueno que esa respuesta llegue.
Por eso, tras la
consabida solidaridad de la que los chilenos se enorgullecen debe ir un apoyo
más macro, a veces más fino, que sólo llegar con materiales y dinero a
colaborar tras una catástrofe. ¿Cómo se está construyendo en el país? ¿Qué
terrenos inundables tienen casas en ese momento? ¿Por qué casas nuevas
resultaron destruidas por un tornado y otras más antiguas no? Son todas
preguntas que tomará mucho tiempo pero que vale la pena hacérselas. Porque
tiene que haber algo más que la solidaridad.
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