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Columnista

La impronta de una nueva visión de escuela

La Tribuna

por La Tribuna

Es de suyo evidente que el principal

requerimiento de la sociedad actual es la tenencia de una escuela

contextualizada paradigmáticamente; esto es, un centro de enseñanza hijo de la

sociedad del conocimiento y la información, capaz de responder a las

necesidades específicas de este sujeto tecnológico y posmoderno que puebla los

diversos espacios escolares de la realidad sistémica, y para el cual se precisa

-además de una nueva dinámica institucional- de una acción pedagógica que lo

lleve a constituirse en un sujeto dueño de su vida y de su propia historia,

dotado de voluntad y raciocinio para construir sus propios horizontes.

En otros términos, un individuo que siendo

protagonista de su propio aprender, no solo sepa acerca de algo, sino que sepa

hacer uso de ese conocimiento específico y lo valore en su real dimensión; que

sepa ser e integrarse con otros (sentido de colegialidad y trabajo en equipo),

al propio tiempo que desempeñarse eficiente, eficaz y efectivamente a causa de

que está dotado de las competencias indispensables para responder a los

desafíos que el entorno social, histórico y cultural le impone.

Un sujeto que si bien es un nacional, es al

mismo tiempo un ciudadano planetario cuyas habilidades, destrezas, capacidades

y competencias estén a la par que las de otros nacionales de otros contextos

sociales, históricos y culturales con los que pueda interaccionar. Un sujeto,

en suma, que aprende a aprender y que junto con ello desaprende y reaprende

constantemente, dada la velocidad de los cambios y avances en el conocimiento y

en las tecnologías de la información y la comunicación. Un sujeto que al mismo

tiempo sea dueño de las mayores competencias posibles en pro del más libre y

consciente ejercicio de la ciudadanía y la plena inserción en una comunidad

globalizada, como hace un tiempo nos lo hicieron saber los académicos Brunner y

Elacqua.

Todo lo anterior, porque se trata de una

escuela que se caracteriza por tener un clima institucional óptimo, esto es: a)

que favorece la plena participación de la comunidad educativa, b) que posee

metas compartidas hacia adentro y hacia afuera de sus fronteras, c) que provee

estabilidad global a cada uno de los agentes educativos que se conjuntan en esta

(docentes, asistentes de la educación, estudiantes, apoderados), d) que se

ocupa de que el microcurrículo responda a los criterios de calidad de diseño,

conformancia y servicio al estudiante, de modo que se asegure la calidad de la

educación (Murillo, 2003) y de los aprendizajes discentes.

Una escuela, por lo tanto, que abre sus

fronteras hacia otros espacios al sentirse parte de una comunidad inmediata y

mediata que la sustenta, y en la que se posiciona como indispensable y que solo

es posible si se trata de una escuela que aprende, es decir, de una institución

educativa que se interroga, investiga, dialoga, comprende, mejora, difunde,

debate, se compromete y exige (Santos Guerra, 2000) conforme los parámetros posmodernistas

que la afectan.

Una escuela que por ahora, hablando de

nuestro país -y muy a nuestro pesar, por cierto-, es la gran ausente por su

reconocida falta de capacidad para responder a los desafíos que surgen de esto

que hemos denominado la posmodernidad y cuya fuente no ha sido otra que la

sociedad del conocimiento y la información de la que formamos parte, misma que

nos ha convertido en esta aldea global que llegó para quedarse ad eternum, a pesar de

nuestros soslayos y resistencias.

Prof.

Juan Manuel Bustamante Michel

Presidente

de la AFDEM Los Ángeles

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