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La Tribuna
Columnista

Chile avanzó

La Tribuna

por La Tribuna

Hace algunos días la Cámara de Diputados  aprobó el proyecto de Ley de Adopciones, que

busca dar cuidado a nuestros niños y ponerlos primero en la fila, elimina las

discriminaciones entre distintos tipos de familia y moderniza el actual

sistema, pensando siempre en el interés superior de los niños de Chile.

Cuando nos centramos en intereses personales,

olvidamos que hay muchos pequeños en nuestro país que esperan ejercer su

derecho a vivir en una familia.

Los centros de acogida se rigen por un sistema

que está demostrado que no funciona y mientras los parlamentarios, desde el

2013,  trataron de llegar a un acuerdo.

Los niños no pueden seguir esperando más.

Con firmeza creo que con esta reforma se

asegura que los niños que han perdido su hogar, se le asegure la mejor familia

que esté dispuesta a recibirlos.

Tradicionalmente se dice que a un niño se le

debe devolver lo que perdió; un padre y una madre. Sin embargo esta

interpretación resulta antojadiza e incluso forzada, toda vez que los

instrumentos internacionales sobre la materia, e incluso la Constitución,

hablan de rol fundamental de la familia, por encima del rol del padre o la

madre.

Dejar de hablar de padre y madre y acuñar el

término familia por encima de estas figuras tradicionales, revela una situación

conocida por todos; hay distintos tipos de familias en Chile.

En nuestra sociedad actual hay distintas

composiciones de grupos familiares y ninguna es mejor que la otra.

La más apta para recibir a un niño debe ser

medida por otra rúbrica, relacionada con valores, estabilidad, amor, cariño,

respeto y el derecho de ser amado, no por sus integrantes.

Nadie puede garantizar que un matrimonio

tradicional será la mejor opción para todos los niños en condición de ser

adoptados. Por el contrario, cada niño es un universo en sí mismo, con

necesidades y aptitudes diferentes y entre más opciones existan, mejor.

Hay que dejar de lado, de una vez por todas,

prejuicios y discriminaciones, para de esa manera dar soluciones concretas a los

niños que requieren y necesitan una familia.

Todo niño tiene derecho a una familia que lo

ame, proteja y auxilie cuando sea necesario y la composición de esa familia no

es garantía de nada.

No se es mejor persona por ser hombre o mujer

ni por ser esa la composición tradicional de una familia. Entenderlo como la

única forma de familia implicaría discriminar arbitrariamente el rol de miles

de madres solteras, padres separados, abuelos y cuánta diversidad refleja

nuestro país y la sociedad en general.

No haberlo hecho sería un retroceso de

décadas, con la ley de adopción, a mi parecer, Chile avanzó.

Victoria

Abarzúa

Presidenta

regional de Evópoli

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