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Columnista

El rol formador de la familia no se delega

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Dagna Baeza Jara, jefa de la carrera de Trabajo Social y directora de Programas de Postgrado Trabajo Social
de la Universidad Santo Tomás Los Ángeles

por La Tribuna

Los escenarios sociales actuales nos hacen reflexionar respecto a la familia y su vinculación con los demás agentes socializadores en la crianza y desarrollo de los hijos(as), considerando que la familia, como sistema social, es el que más ha forjado trasformaciones tanto a nivel social como cultural durante el siglo XX y XXI.

La familia, independiente de la forma como se constituya, influye directamente en la formación y protección de sus integrantes, así como en la toma de decisiones y desarrollo futuro, siendo el primer grupo social encargado de la transmisión de valores, normas y creencias, y responsable del cuidado entre sus integrantes y la preparación para la vida en la sociedad civil. En este contexto, los padres y/o adultos responsables en la crianza y formación de los(as) hijos(as), desde la infancia hasta la adultez mayor, cumplen un rol fundamental.

Conscientes de la importancia de la familia como agente socializador primario, y los aspectos que la han debilitado, se hace necesario hoy reflexionar sobre su rol protagónico en el desarrollo de la persona.

En este contexto, tanto el padre como la madre y/o adultos significativos deben poseer determinadas competencias para ejercer su rol, las cuales se refieren a las capacidades prácticas de los padres para cuidar, proteger y educar a sus hijos, y asegurarles un desarrollo sano (Barudy, 2009).

Para tal efecto, los adultos responsables deben procurar la satisfacción de las necesidades de alimentación, afectivas y emocionales, cuidados corporales, cognitivas, de protección, entre otras, acordes a cada etapa del desarrollo en comunión con los demás agentes socializadores secundarios.

Los agentes socializadores secundarios como los pares, los establecimientos educacionales y los medios de comunicación, son colaboradores en el proceso de desarrollo y formación de la persona, no los responsables directos, por lo cual no se extrapola la responsabilidad de los progenitores o adultos garantes, sino que se potencian los sistemas sociales, generando una red de protección en beneficio del bienestar y desarrollo del individuo en sus distintas etapas.

Por el contrario, la familia debe fortalecerse y promoverse porque, de acuerdo con Kliksberg (2005), fortaleciendo la familia se está mejorando el capital humano de la sociedad [...] se da paso efectivo a las posibilidades de desarrollo de las potencialidades del ser humano, para dignificarlo, para ampliar sus oportunidades, para hacer crecer su libertad real, de este modo, una sociedad conformada por ciudadanos íntegros.

Barudy J., Dantagnan, M. (2009). Los buenos tratos en la infancia. 5ª edición, GEDISA.

Kliksberg, B. (2005). La familia en América Latina. Realidades, interrogantes y perspectivas. Convergencia. Revista de Ciencias Sociales, 12 (38).

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