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¿Somos más felices?

Leslia Jorquera

Renato Segura, Cerregional

por Leslia Jorquera

A partir de 2013, la Organización de las Naciones Unidas cada 20 de marzo celebra el Día Internacional de la Felicidad. El organismo decidió instaurar dicha celebración “como reconocimiento del importante papel que desempeña la felicidad en la vida de las personas de todo el mundo”. Junto con ello, cada año publica los resultados de una encuesta que busca el sentir de las personas respecto de variables tales como: ingresos, esperanza de vida, soporte social, libertad, confianza y generosidad. Para ello, se fijaron 17 objetivos de desarrollo sostenible, en tres aspectos esenciales: poner fin a la pobreza, reducir la desigualdad y proteger el planeta.

En el informe anual de Felicidad Mundial 2019, Chile ocupo el primer lugar en el continente sudamericano. Del total de 156 países, que considera la muestra, Chile ocupa el lugar 26; lo escoltan Brasil en el lugar 32 y Uruguay en el lugar 33. Considerando dichos resultados, ¿usted siente que es más feliz que un ciudadano argentino? (Argentina ocupa el lugar 47).

A nivel científico, al menos, se ha concluido que las personas más felices son aquellas que gozan de un ambiente con mayor prosperidad. En efecto, Steven Pinker – psicólogo de la Universidad de Harvard – a partir de la evidencia empírica concluye que: “la gente rica dentro de un país es más feliz; los países más ricos son más felices, y la gente se vuelve más feliz en la medida que sus países se enriquecen”. Es decir, si de crecimiento económico se trata, el ciudadano chileno debiera ser más feliz que el ciudadano argentino (ceteris paribus).

Si esto es así, hoy somos más felices de lo que eran nuestros antepasados (al menos los que vivieron durante el siglo XX). La evidencia nos muestra que hemos experimentado un cambio notable en mejorar los indicadores de pobreza y la prosperidad en la economía chilena no ha parado en los últimos 30 años (con algunas pausas de menor relevancia).

Si somos más audaces en extrapolar nuestra lógica de análisis, podemos concluir que la gente en Chile se ha vuelto más feliz a través del tiempo. En el corto plazo, sin embargo, motivado por el ciclo económico las personas son más felices en los períodos de auge y se entristecen en los períodos recesivos.

Al menos desde el punto de vista del modelo de economía de mercado, el análisis es correcto toda vez que el mayor nivel de felicidad se asocia con el stock de bienestar aportado por el mayor consumo de bienes (algo que es usual en ambientes de prosperidad). A diferencia de quienes vivieron en el siglo pasado, las personas del siglo XXI pueden acceder a mayor cantidad, variedad y calidad de bienes y servicios de consumo.

Sin embargo, para quienes piensan que el error de la argumentación previa radica en suponer que el mayor consumo de bienes es la base que sostiene una mayor felicidad, pueden encontrar una medida alternativa en una frase escrita por Albert Einstein (1879 – 1955) en 1922: “una vida tranquila y modesta trae más alegría que una búsqueda de éxito ligada a un constante descontento”.

El genio de la Física nos aporta un buen argumento. Si se considera que la prosperidad nos recuerda todos los días, a cada momento y por todos los medios posibles lo que debiéramos tener y no tenemos; es posible que la gente de hoy sea menos feliz que la de ayer.

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