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Columnista

Tendientes a lo salvaje

Leslia Jorquera

Rodrigo Larraín, académico Facultad de Educación y Ciencias Sociales, U. Central.

por Leslia Jorquera

 ¿Estamos ante una organización? Probablemente no, podrían ser células que se agrupan con una lógica de secta, con muy pocos integrantes bajo la conducción de un gurú.

Impacto, incertidumbre y desconcierto causó la bomba detonada hace poco tiempo en un paradero del Transantiago y más por el grupo que se atribuyó la autoría: ‘Individualistas tendiendo a lo Salvaje’. Pocos sabían de este grupo y los medios parecían hacer conexiones a tientas. En torno a 2005 hay expresiones de este grupo en Venezuela y México, con atentados en instalaciones transgénicas laboratorios de experimentos con animales, industrias de cosméticos e industrias electrónicas, en que no rechazaban denominarse terroristas, ecoterroristas, y en sus publicaciones en internet se sentían herederos del terrorismo, de la cultura carcelaria y delincuencial. Al comienzo fueron confundidos con anarquistas más extremos, pero no tienen relación con ellos. Según han escrito en sus portales y panfletos son ecoextremistas que han extremado la ecología profunda y el veganismo, se oponen a la artificialización del mundo, pues toda técnica, progreso y explotación del planeta lo pone en riesgo. Para ello consideran necesario recurrir a la violencia no importando las víctimas inocentes pues la mayoría de la población humana no es más que un rebaño de “borregos torpes” que destruye el mundo incluso sin darse cuenta. Sin embargo, nunca han precisado sus postulados, objetivos y valores.

Su rechazo al mundo tal como está va mucho más atrás de la modernidad, aunque se ubican en el ancho surco de la antimodernidad que tantos cultores tiene, científicos y esotéricos, desde Weber y Heidegger, Al Gore y los que denuncian el calentamiento global, pasando por Guénon o los gurúes de la India. Todo indica que hay una decepción con todo el género humano. Pero en este caso de los Individualistas tendientes a lo Salvaje, esa decepción es absoluta, el socialismo, el anarquismo, el feminismo, el ecologismo blando y toda expresión política actual de transformación no son más que una mascarada, un acomodo que no protegerá al planeta. Incluso todo humanismo es una farsa y no tiene valor. No hay nada a que adherirse ni nadie en quien confiar para la salvación del planeta. Por lo tanto, no hay una utopía política movilizadora y la “la tierra ya no será el paraíso de toda la humanidad”, pues tampoco hay nada por lo que luchar. No quedaría si no el nihilismo.

¿Estamos ante una organización? Probablemente no, podrían ser células que se agrupan con una lógica de secta, con muy pocos integrantes bajo la conducción de un gurú, por ello es que el nombre internacional puede ser una franquicia, a la que se adhiere libremente, tampoco parecen tener muchos recursos toda vez que los atentados han sido hecho en sectores populares y contra ciudadanos de ese nivel. Lo de secta también se expresa en la opción por el incendio, ya que el fuego purifica, limpia y, extremado, santifica. Porque si estoy dispuesto a destruir al mundo para salvarlo, tengo que tener una especie de mandato trascendental, entregado por alguien con autoridad para hacerlo, porque nadie actúa sin causa. Porque proteger el planeta de la arificialización es salvarlo de los hombres que no le queda sino crear artefactos para sobrevivir. Las causas de la adopción de estas ideas, como su nombre lo indica, son individuales y, tal vez, sueñen con un mundo silvestre y no salvaje. O sea, hay una utopía bucólica, solo que imposible de construir. Como los punks, no future.

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