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Columnista

¿Qué hacer con la migración?

Leslia Jorquera

Mario Ríos Santander      

por Leslia Jorquera

Saben que el mundo los visita para llorar, espantarse de su estado. Y aunque hay otros rumbos mejores, los indios no emigran. ¿Tendrán fuerza para ponerse de pie y salir a buscar nuevos mundos? No.

De partida ser nosotros y no otros, los que resolveremos los asuntos que son propios del desplazamiento de pueblos o comunidades hacia nuestras tierras o, al revés, el viaje, a veces sin retorno, de connacionales que algún día migraron hacia otras tierras.

Las migraciones, llevan generalmente dolor en el alma. Las razones de una familia que resuelve dejar todo y marchar, son  siempre obligatorias. Alimentarse, educar sus hijos, trabajar, lograr una vivienda, ser feliz, son todas obligaciones básicas del ser humano. Y cuando éstas, no nacen del ánimo positivo que debe existir en todo acto trascedente, tal obligación se transforma en un calvario, que conforman esa serie de adversidades y padecimientos que conllevan la mayoría de las migraciones actuales.

¿Qué hay que hacer?

De partida evitar la migración obligada. Recuerdo mis días en Nueva Delhi. Habíamos concluido, con el senador Andrés Zaldívar, una visita protocolar con el canciller de la India. Eran los primeros esbozos de un posible tratado comercial. Mes de enero, hemisferio norte, helado, húmedo, con un hedor difícil de soportar en sus calles. En la primera hora del día, se desplazaba el camión que recogía los muertos de la noche. Eran unos cien cuerpos diariamente. Más atrás venía el camión de la basura. En el ingreso de la Gran Mezquita musulmana de Delhi, cientos de niños con sus cuerpos despedazados, extendían unos brazos, más bien huesos cubiertos de piel, lo hacían con dificultad, sus padres, demonios vivientes, le habían quebrado sus espaldas en los primeros días de su nacimiento, para transformarlos en pordioseros de la Mezquita musulmana. Feroz, dramático, de una tristeza sin par. En Calcuta, algo peor, una religiosa, pequeña, delgada en extremo, hacía esfuerzos divinos por superar esta tragedia. Hoy es Santa Teresa de Calcuta. Admirable, pero la India sigue igual. ¿Y por qué no emigran? ¿Es que nacieron para tanta infelicidad?. Tienen una razón para quedarse ahí y en esas condiciones, su fe es la Reencarnación. Las Naciones Unidas, adquieren millones de toneladas de alimentos para llevarlos a la India. Presencié el nerviosismo que originaba la llegada de un buque al puerto de Bombay. Un chileno, era el comisionado de la ONU, para repartir el alimento. Conversé con él. Supe del esfuerzo por alimentar a ese universo humano de más de mil millones de habitantes. No emigran. Sus raíces superan cualquier adversidad. Saben que el mundo los visita para llorar, espantarse de su estado. Y aunque hay otros rumbos mejores, los indios no emigran. ¿Tendrán fuerza para ponerse de pie y salir a buscar nuevos mundos? No.

Sin embargo, otros pueblos, apuran a la ONU para que abra puertas y ellos penetrar. Los estados de mejor calidad de vida, son los escogidos. Han hecho todo para situarse en el progreso, entonces acogerán las pobrezas de los que llegan. ¿Está bien?. No. Los estados resuelven, primero cuidan a su pueblo. Pero al mismo tiempo, deberán extender su mirada a aquellas naciones procreadoras de seres humanos, que no tienen horizonte en el lugar en que nacieron. Habrá que recurrir en su ayuda, en su misma tierra, bajo un cielo conocido y una tierra que les pertenece. Y el debate de la migración obligada, así terminará.

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