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Columnista

La relevancia de educar la solidaridad

Leslia Jorquera

Patricia Liberona González, psicóloga y académica Facultad de Psicología Universidad San Sebastián.

por Leslia Jorquera

 Entonces ¿cómo educamos en solidaridad al interior de las familias? De las diferentes recomendaciones desde la psicología y pedagogía, destaco: Dar ejemplo.

Si tuviéramos que otorgarle un mes al valor de la solidaridad en Chile, este sería diciembre. El inicio del mes se enmarca tradicionalmente en la Teletón y finaliza con la Navidad y Año Nuevo, fechas que facilitan el desarrollo de actividades o campañas solidarias en colegios, fundaciones y organizaciones de la sociedad civil, hacia los sectores más vulnerables de nuestra sociedad. Pero también somos conscientes que, pasado este mes, para la gran mayoría de los chilenos comienza la programación de las vacaciones y preparar la llegada de marzo, olvidándonos de los demás y de las necesidades de otros.

¿Por qué sería recomendable educar en la solidaridad a nuestros niños? Las sugerencias para la medición del bienestar subjetivo en las evaluaciones internacionales respecto de la infancia, recomiendan para los próximos años incluir en las encuestas preguntas relacionadas con la percepción que los niños/as y adolescentes tienen sobre la calidad de sus relaciones en el ámbito educacional, así como la calidad de sus relaciones familiares y sociales (o contextuales). En ellas se valora la capacidad de obtener ayuda mutua de sus relaciones cercanas.

Si analizamos e interpretamos este indicador subjetivo, podríamos señalar que se relacionaría claramente con el valor de la solidaridad en interior de las sociedades, y que con ello, los lineamientos del Unicef para los países de la OCDE se orientarían, en su dimensión subjetiva, en la percepción de solidaridad que los jóvenes reportan en relación a sí mismos y su entorno, que, apoyado con otros indicadores redundarían en un mayor niveles de satisfacción general.

Y así podríamos llegar a sustentar lo siguiente: Un niño solidario es un niño más feliz. Entonces ¿cómo educamos en solidaridad al interior de las familias?  De las diferentes recomendaciones desde la psicología y pedagogía, destaco: 1) Dar ejemplo. El principal medio de cómo los niños y niñas pueden valorar la solidaridad es observando a sus padres serlo, siendo solidarios con las personas más cercanas como otros familiares, amigos y vecinos, así como también con otros desconocidos, ubicando a la solidaridad por sobre independiente de si se trata de alguien a quien estimo o no. 2) Educar la empatía. Enseñar a los niños y adolescentes a ponerse en el lugar del otro, que conozcan las diferentes realidades que convergen en una misma sociedad, y tomar conciencia de las necesidades de los demás, lo que posibilita emerjan los actos de solidarios. 3) Mostrar a los hijos los resultados de los actos solidarios llevados a cabo por uno mismo, o los resultados de experiencias solidarias de otros, que permitan acceder al resultado final de la acción, lo que casi nunca es posible. Muchas veces, cuando se realizan acciones solidarias como compras de rifas, asistencia a bingos, entrega de regalos o alimentos no perecibles, apoyo en la construcción de viviendas o espacios vecinales, no se logra contar con el impacto que tuvo en la vida de una persona o de una familia, y este fenómeno desincentiva la aparición de futuras conductas solidarias. Por ello, otros estudios han valorado que conocer los resultados, que sean publicitados y mostrados a la comunidad, aumenta el valor de la solidaridad, y con ello, la percepción de felicidad de quien la ejerce.

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