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Columnista

Valoración de la profesión docente

Leslia Jorquera

Alejandro Mege Valdebenito

por Leslia Jorquera

 Reconocer que la acción del profesor es el factor que pone la diferencia entra una buena o una mala educación y respaldar su desempeño es una responsabilidad que la sociedad  no puede desatender.

 Con el lema “Gobernar es Educar”,  el Presidente Pedro Aguirre Cerda dio un gran impulso al sueño de una educación pública que corrigiera las desigualdades y  promoviera la movilidad social, iniciando un proceso de modernización educativa donde la figura del profesor era el factor intraescolar más importante en el aprendizaje y formación humana. Había un reconocimiento y respaldo a la función docente cuyo desempeño tuvo el reconocimiento por parte de los sistemas educativos de América latina.

Más, aun reconociéndose el rol relevante que cumple el profesor en el proceso educativo, la valoración que hace la sociedad chilena de su figura y desempeño  ha disminuido y lo que resulta preocupante  es el hecho de que diversas investigaciones han demostrado que son los propios docentes quienes tienen una disminuida apreciación de su profesión, estimando que ésta se sitúa más bajo que otras profesiones. En una encuesta realizada en el año 2010, el 80 % de los profesores declararon que el estatus de su profesión era medio o bajo (Avalos y Sevilla. 2010), porcentaje que en  otra encuesta del año 1965 era sólo del 20 %.

La baja valoración social de la profesión docente es una tendencia mundial, que la considera de rango medio – con excepción de países como Finlandia, Singapur y Corea, donde la profesión docente se encuentra por sobre todas las profesiones en cuanto a “satisfacción laboral, aporte al país y trascendencia de su trabajo”- apreciación que afecta la confianza en la labor docente y la efectividad de su intervención en la formación de las nuevas generaciones.

Si bien en la encuesta Global Teacher Status Index 2018, aplicada a mil personas en 35 países, así como a profesores de otros países (Chile se ubicó en el lugar 22, siendo el mejor de la región) se apreció un “modesto avance” en la  valoración social de los profesores. Sin embargo en nuestro país, en una consulta a diferentes miembros de la comunidad nacional, la valoración a los maestros alcanzó 33 puntos de 100, la que resultó más alta que la que tienen de sí mismo los profesores que se asignaron sólo 19 puntos.

Entre los factores que contribuyen a la baja percepción que tienen de su propia labor los profesores se encuentra la falta de autoridad y de apoyo familiar e institucional para adoptar medidas ante la indisciplina y la falta de respeto de que son objeto; que su trabajo no es reconocido ni valorado; que las exigencias pedagógicas y administrativas se constituyen en una  subordinación profesional sujeta a guiones y evaluaciones permanentes, donde el parámetro para evaluar su desempeño son los puntajes obtenidos  en las mediciones estandarizadas de conocimientos, consideradas sinónimo de calidad pero que no incluye la formación en hábitos y actitudes sociales deseables en los alumnos  que son un factor que afecta el trabajo y la consideración del docente.

Reconocer que la acción del profesor es el factor que pone la diferencia entra una buena o una mala educación y respaldar su desempeño es una responsabilidad que la sociedad  no puede desatender.

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