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Columnista

¿Cómo manejar la muerte con los niños?

Leslia Jorquera

Margarita Sandoval Gutiérrez. Psicóloga y académica de Psicología Universidad San Sebastián.

por Leslia Jorquera

 Cuando la explicación en torno a la muerte se hace con antelación, a los niños les cuesta menos entender la pérdida y el sufrimiento inevitable en estos casos.

Nuestra cultura le vuelve la espalda a la muerte y no la integra como otra etapa de la vida. La muerte es la única certeza que tenemos el día que nacemos. A pesar de eso, tendemos a no hablar de ella y a proteger a los niños frente al dolor de la pérdida. Sin embargo, es importante educarlos respecto de este concepto y manejar las emociones asociadas para prevenir un mayor sufrimiento cuando se deba afrontar la partida de un ser querido.

Las características normales del desarrollo cognitivo de preescolares y escolares, los llevan a cometer “errores” cognitivos, porque el tipo de pensamiento concreto les puede impedir comprender el concepto de muerte como una abstracción.  Pueden tener diversas creencias en torno a la muerte, las cuales pueden impactar negativamente al vivenciar el duelo por fallecimiento de una persona significativa. Por ejemplo, pueden pensar que la muerte es reversible: juegos de video, muestran a los personajes con varias “vidas”, por lo que perder una no sería grave. Un niño menor de siete años podría considerar “perder” una vida con tal de visitar a un familiar o mascota fallecida.

Otro aspecto relevante es considerar que los niños entienden literalmente las ideas con las que la familia se expresa acerca de la muerte. Por ejemplo, se debe aclarar que “irse al cielo” no quiere decir que está volando o que anda en avión, lo que puede desarrollar fobia posteriormente. Otras cosas que se deben aclarar: la idea de que la persona significativa fallecida “te estará mirando desde el cielo”, o “te está acompañando siempre”. Estas ideas pueden llevar a que los niños presenten ansiedades persecutorias, considerando que son observados por un “fantasma” que los sigue, lo cual obviamente puede implicar muchos miedos y angustias.

Se recomienda, más allá de las creencias culturales y de cada familia: primero indicar a los niños que cuando alguien fallece es irreversible. Segundo: el fallecido ya no siente necesidades biológicas (describa que ya no siente frío ni calor, no tiene hambre, no respira, etc.). Eso a los niños los alivia ya que podrían considerar que el fallecido está sufriendo al estar encerrado o enterrado. Tercero: puede plantear ideas como que “está vivo en el recuerdo”, y para eso hacerlo partícipe de las visitas al cementerio, revisar fotografías o historias familiares en las que la persona fallecida fue importante. También se puede hacer proyecciones en el presente, por ejemplo, decir “el abuelo estaría orgulloso de ti por tus notas del colegio”. Cuarto: que los niños participen de los rituales funerarios. Muchas veces los adultos piensan que los niños no entienden lo que ocurre, sin embargo, la participación en rituales, permite tanto a niños como a adultos integrar este cambio de estado y comenzar a aceptar la realidad de la pérdida. Quinto: hablar de la muerte como un aspecto normal de la existencia, a partir de experiencias previas, por ejemplo, la muerte de un animalito, las hojas que caen de los árboles, en general los ciclos biológicos. Cuando la explicación en torno a la muerte se hace con antelación, a los niños les cuesta menos entender la pérdida y el sufrimiento inevitable en estos casos. De esta forma, es más llevadero el dolor al comprender lo que ocurre en realidad.

                         

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