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La Tribuna
Columnista

5 de octubre

Leslia Jorquera

Salvador Lanas Hidalgo, director académico de Escuela de Liderazgo Universidad San Sebastián.

por Leslia Jorquera

Provoca un frío desasosiego algunos análisis que se hacen relativos a esta  fecha. ¿No debiera ser una conmemoración que alegre a todo el país independiente de cómo se votó? ¿No tendría que imperar la racionalidad con dosis de nobleza para escudriñar en toda su profundidad lo que allí estuvo en juego? ¿O es que no le pertenece a todos los chilenos lo que se vivió ese día del año 1988?

Sorprende que un columnista que acostumbra a realizar análisis de la contingencia con alta dosis de racionalidad y contundencia silogística, haya empleado la vieja tesis maniquea de buenos y malos para referirse al plebiscito, dependiendo de la opción elegida al sufragar.

Es probable que tenga bastante razón al utilizar de ejemplo a un ministro actual para graficar su línea argumentativa en lo referente al significado que tuvo votar por la opción Sí. Sin embargo, en el mejor de los casos es una verdad parcial y  no puede por arte de birlibirloque transformarse en una verdad universal.

El espíritu humano tiene complejidades que precisa más que análisis lógico para su comprensión. Es el viejo problema de confundir  al sacristán con el cura y al cura con el cabo y el cabo con el sacristán. Y es que cuando el análisis es sesgado   prima esa verdad parcial, pero al mismo tiempo se le priva de toda su extensión y eficacia y lo que es peor se oscurece lo mismo que se quiere ensalzar.

¿Era el  5 de octubre una mera elección o había en juego algo más significativo y profundo? El mundo político aceptó las reglas del juego impuestas por la dictadura y se dispuso a trabajar en pos de las opciones. La oposición de la época logró articularse y aceptó la posibilidad de derrotar a Pinochet en las urnas, a excepción de la extrema izquierda que siempre privilegió la vía armada y violenta. El triunfo del No corona de manera ejemplar la epopeya que marca el retorno a la democracia, pero con beneficio para todos los chilenos. Y el motivo de orgullo debiera ser de moros y cristianos puesto que tirios y troyanos participaron de ese  momento cívico.

¿Tiene razones y motivos para celebrar con más propiedad la opción No? Por cierto. Es una gesta épica  de espíritu humano de alto vuelo, con personajes emblemáticos que posteriormente ocuparían los más altos cargos públicos. ¿Tiene elementos para celebrar la opción Sí, de la época? Naturalmente, fue parte de un proceso en que fue derrotada electoralmente, pero son las reglas del juego democrático.

Los años que siguieron al plebiscito han ratificado de manera categórica la importancia decisiva que fue aceptar la vía pacífica para el retorno a la democracia, puesto que no sólo se reinició una senda política, también se gestó la verdad y se procuró la justicia y finalmente se emprendió un camino de desarrollo y progreso para el país.

Hay muchas causas que hicieron posible que se produjera el 5 de octubre tal cual aconteció. Fue un proceso de muchos actores y a riesgo de ser injusto, no puedo dejar de mencionar a los jóvenes estudiantes secundarios y universitarios que salían a las calles el año 83. Había que tener algo más que convicción para estar allí y a rostro descubierto.

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