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Columnista

¿Cómo prevenir abusos sexuales en la infancia y adolescencia?

Leslia Jorquera

Margarita Sandoval Gutiérrez, psicóloga y académica de Psicología Universidad San Sebastián.

por Leslia Jorquera

 Esto podría inhibir el comportamiento de alguien que tenga la motivación a agredir.

La ola de denuncias de agresiones sexuales a niños, niñas y adolescentes nos lleva a preguntarnos por qué ocurren y qué hacer para prevenir. ¿Qué puede motivar a un agresor sexual? Se han realizado estudios para entender qué causaría esta conducta. Lo único cierto es que los estudios no son concluyentes respecto de una causa: los agresores sexuales no tienen nada “malo”, es decir, ninguna condición psicológica fuera de lo normal. Pueden ser hombres o mujeres, heterosexuales u homosexuales, con o sin pareja, con o sin trastornos de salud mental. Esto nos lleva a varias conclusiones: cualquiera podría ser un agresor sexual, no hay forma de predecir si alguien va a agredir, las personas que agreden no son, ni están enfermas.

El Modelo de Precondiciones de Finkelhor nos señala que habría condiciones que son previas a la ocurrencia de una agresión, propias del victimario y del contexto más cercano. Entre ellas está la motivación a agredir, proveniente de traumas infantiles o por incapacidad de relacionarse con otros adultos. El bloqueo de sus inhibidores internos, o sea, el victimario se “desinhibe y agrede sexualmente” por rabia, enojo o uso de sustancias y no responde a mandatos morales que evalúan ese acto como incorrecto; no obedece a su conciencia moral ni logra autocontrol. También está el bloqueo de inhibidores externos, como la sanción social, la acción de la familia y comunidad. Si hay una comunidad dispuesta a denunciar agresiones con tal de proteger a sus niños es menos probable que el victimario agreda debido al miedo a la sanción social. El último factor es la vulnerabilidad de los niños, que se da por falta de información sobre abuso (no sabe que ese comportamiento es incorrecto); por aislamiento o dificultades para comunicarse (déficit en el desarrollo del lenguaje, o inmadurez o déficit cognitivo, vergüenza o timidez) o porque jamás se le reconocieron sus derechos.

Este modelo nos permitiría sugerir ideas de prevención, en especial respecto del bloqueo de inhibidores externos y la vulnerabilidad de los niños. Una comunidad educativa o familia, debiera declarar abierta y explícitamente que no tolerará agresiones sexuales y que, en el caso eventual de una agresión, realizará las denuncias y todo lo necesario para sancionarlas. Esto podría inhibir el comportamiento de alguien que tenga la motivación a agredir.

Otra forma es implementando estructuras físicas y protocolos, de tal forma de que no se dé la oportunidad de una agresión. Por ejemplo, que en un colegio las oficinas y salas de clases tengan ventanas de vidrio en las puertas, que no queden rincones con baja visibilidad; que por protocolo los niños no estén a solas con un adulto en oficinas (profesores ni auxiliares de educación) o que, en su defecto, las puertas tengan ventanas de vidrio o se trabaje con la puerta abierta.

En cuanto a la vulnerabilidad de los niños, se recomienda que los padres y profesores desarrollen un lenguaje que permita señalar que no está bien que alguien toque sus genitales, cuáles son las excepciones (aseo, procedimiento médico en compañía de un adulto responsable), mencionar los genitales por su nombre; señalar que no hay “secretos”, diferenciar entre secretos buenos (como una sorpresa de cumpleaños) y malos (“no le cuentes a nadie lo que pasó”). O que si lamentablemente alguien los llega a tocar con connotación sexual, de inmediato le cuenten a su mamá o a un adulto en quien confíen.

Algunos modelos de prevención señalan que los niños deben aprender a decir “no” frente a una agresión sexual, sin embargo, eso es darles la responsabilidad de protegerse frente a un victimario que está dispuesto a manipular o violentar con tal de satisfacer su necesidad y protegerse de posteriores sanciones. Aquello expone doblemente al niño a una victimización. Los adultos nos debemos movilizar para cuidar a los niños, ya que entre sus derechos está el derecho a una atención especial y protección.

                      

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