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Columnista

Dolor crónico, ¿lesión crónica?

Leslia Jorquera

Claudio Carvajal Parodi, académico de Kinesiología y director de diplomados de Intervención Kinésica Musculoesquelética Universidad San Sebastián.

por Leslia Jorquera

 Los factores contextuales pueden jugar un rol relevante en el proceso de cronificación del dolor, incluso cuando los exámenes de imágenes hayan demostrado la completa resolución de la lesión original.

La posibilidad de que las lesiones deportivas persistan en el tiempo y cursen con dolor crónico (mayor a tres meses) no es infrecuente. Sin embargo, existen personas con dolor persistente en las que no es posible determinar la presencia de una lesión al realizar los exámenes de rigor, así como también existen estudios que han demostrado que personas sin ningún síntoma pueden presentar imágenes con deterioro o daño en sus tejidos. ¿Cómo se explica esta contradicción?

El dolor se describe como una alarma que gatilla nuestro sistema nervioso (SN) para volvernos conscientes de que existe una estructura corporal con algún daño o deterioro funcional considerado relevante (peligroso). Pero también puede surgir cuando el SN percibe que existe el riesgo potencial o la inminencia de que se produzca un daño. Por lo tanto, si bien esta alarma busca protegernos, no es imprescindible que exista deterioro físico o funcional para que se active.

¿Por qué un dolor se puede volver crónico? Cuando el estímulo originario de la sensación de dolor (por ejemplo, el daño tisular) persiste en el tiempo y/o el contexto en que éste se da perdura, se genera una percepción de riesgo permanente por parte de nuestros sistemas de protección, lo que facilita que el cuadro doloroso pueda mantenerse, incluso cuando la lesión original haya cicatrizado por completo. De esta manera, entendemos que el dolor crónico involucra cambios en el SN y a su vez, pierde esa función protectora.

Existen algunos factores de riesgo que favorecen esta condición. Por ejemplo, se ha visto que los deportistas que presentan trastornos del sueño y que duermen menos de siete horas, presentan mayor riesgo de que el dolor se cronifique si es que se lesionan. Algo parecido se ve con otros factores como la historia de estrés neonatal o de consultas médicas frecuentes de los padres, la muerte parental y la existencia de una lesión previa que haya sido de difícil resolución o emocionalmente demandante.

También existen factores circunstanciales que pueden hacer que esta alarma se mantenga activa o altamente sensible por un tiempo prolongado sin que necesariamente exista deterioro tisular o más allá del tiempo necesario para que cicatrice el daño original. Por ejemplo, que la lesión se desarrolle en un contexto de ansiedad previo a un evento deportivo de gran relevancia o significativo para el deportista, como una final de un campeonato.

En resumen, si bien una lesión mal manejada puede volverse crónica producto de la persistencia del daño inicial, los factores contextuales pueden jugar un rol relevante en el proceso de cronificación del dolor, incluso cuando los exámenes de imágenes hayan demostrado la completa resolución de la lesión original.

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