Opinión

Los beneficios de la asociatividad en el desarrollo de nuestra agricultura familiar campesina

Fernando Bórquez, seremi de Agricultura Región del Biobío.

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 Actualmente, a nuestros medianos y pequeños agricultores se les hace muy complejo poder comprar y comercializar sus productos de forma independiente.

Durante los últimos años la pequeña y mediana agricultura ha ido cambiando radicalmente. Actualmente la Región del Biobío cuenta con alrededor de 62 mil explotaciones agrícolas, de las cuales, según información otorgada por la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (Odepa), alrededor de 48 mil explotaciones pertenecerían a agricultores con un extensión de terreno inferior a 20 hectáreas. En estos momentos, los lugares que concentran la mayor cantidad de agricultores son: la futura Región de Ñuble (54,6%), Biobío (28, 9%%), Arauco y Concepción con un 8,6% y el 7.9% respectivamente.

Básicamente, por la baja rentabilidad de los cultivos tradicionales o básicos; por factores asociados al cambio climático, con dificultades de riego, y ante la necesidad de maximizar sus beneficios, existe una tendencia por cultivar productos intensivos que son más rentables y que requieran menor espacio para su desarrollo. Es así como las plantaciones de frambuesas, arándanos, cerezos, avellanos, nogales y castañas, ha mostrado un incremento sustancial entre el 2006 y el 2016, representando, en 10 años, un aumento cercano al 58% en la cantidad de superficie plantada.

A pesar de esto, aún continúa primando en nuestra región el cultivo de productos tradicionales como el trigo. En donde, según estimaciones realizadas por el equipo de profesionales de nuestra Seremi de Agricultura, en el Informe de Coyuntura Agropecuario, realizado el segundo semestre de 2017, la superficie sembrada alcanzó las 76.000 hectareas, 5% menos que el 2016.

Sin embargo, el incremento de la fruticultura trae consigo asociados una serie de beneficios, entre los que destacan; el aumento de la rentabilidad por hectárea cultivada y la generación de trabajo, especialmente familiar durante los periodos de cosecha, que han permitido que los agricultores innovadores aumenten sus ingresos y con ello, el bienestar de sus familias.

Al comenzar nuestra gestión, el presidente Piñera y el ministro Walker nos encomendaron una misión muy importante. Fortalecer y potenciar la agricultura familiar campesina a lo largo y ancho de toda la región, pero queremos llegar mucho más allá. Hoy, nuestro principal objetivo es poner al servicio de cada uno de nuestros agricultores el máximo de conocimientos y especialización posible, pero ante todo, buscamos que ellos comprendan la importancia que tiene la asociatividad como elemento fundamental en el desarrollo de la agricultura familiar campesina.

Actualmente, a nuestros medianos y pequeños agricultores se les hace muy complejo poder comprar y comercializar sus productos de forma independiente, pues en estas condiciones muchas veces no poseen poder de negociación, básicamente por los bajos volúmenes de compra. Tampoco tienen la capacidad de contratar servicios especializados, todo esto cambia radicalmente cuando se unen en cualquiera de sus formas, ya sea como cooperativas modernas, asociaciones, grupos etc. Mientras que al trabajar por sí solos, muchos de ellos deberán vender su producción en un comercio informal, a precios irrisorios y tener por lo tanto, una baja rentabilidad que los mantiene en la pobreza y la impotencia.

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