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La Tribuna
Columnista

La cultura del respeto

Leslia Jorquera

Ricardo Landaeta Le-Fort, Psicólogo y académico  Facultad de Psicología Universidad San Sebastián.                                                          

por Leslia Jorquera

¿Cómo podemos empezar a ser más amables? Desde lo más simple a lo más complejo, a continuación hay tres formas de hacerlo.

Durante los últimos meses, a partir de los movimientos mundiales como el #MeToo o locales como las movilizaciones feministas, hemos sido testigo de cómo nuestra sociedad ya no transa con los abusos hacia las mujeres. Hoy el trato igualitario es una demanda urgente, que debe traducirse en algo que en un mundo ideal debiese existir como el aire que se respira: el respeto.

Producto de tales movimientos locales, lamentablemente hemos presenciado una cara que no todos quisiéramos ver: descalificaciones, ridiculizaciones, en definitiva el poco o nada de esfuerzo por entender a alguien que piensa distinto.

Hace unas semanas en un programa en televisión, una periodista le preguntó a un importante invitado qué estamos haciendo como sociedad para cambiar la forma de relacionarnos, qué haremos para dejar atrás los malos tratos y comenzar a interactuar de una forma distinta. Lamentablemente, esa pregunta no fue satisfecha, y se respondió con soluciones a la contingencia como protocolos, cambio de leyes y de sanciones. Y si bien tales cambios son necesarios, son insuficientes, ya que implementan consecuencias a las malas prácticas, pero no crean buenas prácticas.

¿Cómo podemos empezar a ser más amables? Desde lo más simple a lo más complejo, a continuación hay tres formas de hacerlo. Primero, es cambiar las expresiones del lenguaje acerca del otro.  Por molesto, irritante o agresivo que tal o cual persona nos parezca, utiliza expresiones que indiquen cercanía, como “amigo/a”, “colega, “hermano/a” y no dejes que ciertos epítetos automáticos salgan a la luz, ya que al hacerlo aumentan la sensación de irritabilidad. Cambia las palabras y verás que la disposición hacia los otros también cambia. Otra forma de desarrollar la amabilidad es pensar en que si alguien no te está tratando bien, puede ser un mal día para esa persona. Todos podemos tener malos días. No dejes que su día arruine el tuyo. Y por último, y más difícil en nuestra época donde todo anda a mil por hora: intenta ser amable contigo mismo. Busca o crea espacios de disfrute y vuelve a gozar como lo hacías en tu niñez o adolescencia. Tómate el tiempo para respirar antes de caer en la vorágine del día a día. Cuando empieces tu jornada sintiéndote mejor contigo mismo, te será más fácil sonreírle al otro, desearle un buen día, incluso te será más fácil ceder el paso al automovilista o peatón imprudente.

Empecemos poco a poco a cambiar nuestra cultura de los malos tratos y de los abusos. Dejemos de esperar que el otro cambie: en la medida que cada uno de nosotros intentamos ser amables, estaremos colaborando a construir la cultura del respeto.

                                                                                                                                                       

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