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Columnista

Ganar 52 mil pesos promedio al mes

Leslia Jorquera

José Francisco Yuraszeck K., capellán Hogar de Cristo.

por Leslia Jorquera

Lo que de verdad es mínimo y, aunque sea promedio resulta muy ajustado a la realidad, es el ingreso mensual que perciben los más vulnerables y vulnerados de la sociedad: las cerca de 15 mil personas que viven en situación de calle.

“¿Dónde está mi millón?”, reclamaba un auditor en una radio cuando a fines de junio fue noticia la Octava Encuesta de Presupuestos Familiares del Instituto Nacional de Estadística. La muestra arrojó como principal resultado que el ingreso promedio mensual de las familias chilenas alcanzaba 1.193.456 pesos y el gasto promedio mensual $1.121.925. También reveló que el 60% de los hogares de Chile gasta más de lo que gana y que ha subido el gasto en salud y bajado en educación.

Se trata de cifras promedio, señalaron los estadísticos, atendiendo la queja del auditor de radio aludido, que reclamaba por su millón perdido y le daba la razón al difunto Nicanor Parra, que además de poeta era profesor de matemática: “Hay dos panes. Usted se come dos. Yo ninguno. Consumo promedio: un pan por persona”.

Lo que de verdad es mínimo y, aunque sea promedio resulta muy ajustado a la realidad, es el ingreso mensual que perciben los más vulnerables y vulnerados de la sociedad: las cerca de 15 mil personas que viven en situación de calle.

Contra cualquier mirada prejuiciosa que pudiera asociar pobreza con flojera, la mayoría de las personas en calle trabaja. De acuerdo al Segundo Catastro de Personas en Situación de Calle, el 68 % realiza una actividad que le genera ingresos. El 67 % no tiene ningún tipo de contrato por ese trabajo; un 19% establece un acuerdo de palabra y sólo un 9% posee un contrato formal. El ingreso promedio mensual que reciben es de $ 52.553, la mitad de los $ 105.403 que definían la línea de la pobreza a noviembre 2017. La ocupación principal, tanto de hombres como de mujeres, es la venta ambulante, seguida del cuidado y estacionamiento de autos.

En definitiva, tareas mínimas, un pololito, cuando no explotación lisa y llana, en las antípodas del concepto que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) incorporó en 1999: trabajo decente, que es “el productivo, desarrollado en condiciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad humana”.

Sin empleos productivos y protección social, se considera que los esfuerzos para resolver la pobreza serán incompletos o insostenibles en el tiempo, por eso la precariedad de las actividades que desarrollan quienes viven en calle es la perpetuación de su estado de total vulneración de derechos. Un círculo insalvable si es que no logramos sacarlos de allí y hacer que recuperen sus vidas, lo que incluye cuestiones claves como reparar sus dentaduras, resolver su consumo problemático de alcohol y otras drogas, capacitarlos en la redacción de un currículo, tratar sus problemas de salud física y mental, fortalecer su autoestima.

En Emplea, fundación del Hogar de Cristo que se dedica a la inclusión laboral de los más pobres y vulnerables, los $ 52.553 promedio mensuales, en molido bien molido, que sostienen la existencia de 15 mil personas que viven en situación de calle, nos admiran como señal de sobrevivencia y nos indignan como símbolo de cuán lejos estamos del trabajo decente, que es clave para terminar con la pobreza.

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