Opinión

Una educación para cambiar el mundo

Alejandro Mege Valdebenito.

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25-06-2018_21-15-321__alejandromege / FUENTE:

Considerando que es posible edificar una  mejor sociedad democrática a través de escuelas democráticas, para lo cual se requiere de mayores y mejores recursos, humanos y materiales.

En el permanente discutir y analizar la educación, sobre  cuya importancia para la vida de las personas y las sociedades no hay dos opiniones distintas, en cuanto  constituye un derecho humano reconocido como inalienable, de acceso universal y sin barreras de ningún tipo, continúa siendo su calidad y el poco efecto que tiene para producir los cambios que se requieren el nudo gordiano que lo impide.  Entre todas las experiencias educativas estudiadas, unidas a propuestas de distintos especialistas para obtener una educación que cambie la sociedad y con ello cambiar el mundo, en una entrevista hecha al pedagogo y sociólogo norteamericano Michael W. Apple (revista Occidente, abril 2018), de gran experiencia como profesor de educación primaria y secundaria, ex presidente del sindicato docente, considerado una de las 50 personas más importantes a nivel mundial en educación del siglo 20, en su último libro “¿Puede la educación cambiar la sociedad?”, hace un análisis sobre la relación  educación y  poder, considerando que es posible edificar una  mejor sociedad democrática a través de escuelas democráticas, para lo cual se requiere de mayores y mejores recursos, humanos y materiales,  y no solo de discursos; de confianza y respaldo a las comunidades escolares; diálogos permanentes con las autoridades educacionales, con un currículo escolar diferente y un profesorado habilitado para implementarlo, siendo fundamental en este empeño la democratización y descentralización en la toma de decisiones. “La respuesta jamás es más centralización”, afirma.

Su propuesta de escuelas democráticas conlleva la idea de sacar a la escuela del objetivo que se les tiene asignado: reproducir la estructura ideológica y las formas de control social y cultural de quienes ejercen el poder, para que sean un lugar donde no solo se hable y se escriba el concepto democracia, sino donde se ejercite y se viva plenamente.

Cuando vivimos en medio de movilizaciones,  protestas estudiantiles con grave daño a los bienes materiales y a la convivencia social; cuando, junto la   eclosión de los movimientos feministas contra el acoso, la búsqueda de la paridad de género y una educación no sexista, se conocen los abusos e inmoralidad en los actos de algunos miembros de la iglesia católica, las acciones delictuales y dolosas de funcionarios públicos y representantes del mundo empresarial y político, que deberían ser referentes de comportamientos éticos que imitar,  actuaciones que parecieran no causar un  mayor impacto en gran parte de la comunidad y ver con desaliento como la justicia ofrece las salidas menos ejemplificadoras y onerosas para los responsables de los delitos, aún los más repudiables, la escuela democrática con una educación para una vida democrática, ciudadana, republicana y ética se hace  más necesaria para que la moral individual y  social no continúe descendiendo y empiece a levantarse desde el nivel más básico de nuestro sistema educativo.

Alejandro Mege Valdebenito.

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