
Considerando que es posible edificar una mejor sociedad democrática a través de escuelas democráticas, para lo cual se requiere de mayores y mejores recursos, humanos y materiales.
En el permanente discutir y analizar la educación, sobre cuya importancia para la vida de las personas y las sociedades no hay dos opiniones distintas, en cuanto constituye un derecho humano reconocido como inalienable, de acceso universal y sin barreras de ningún tipo, continúa siendo su calidad y el poco efecto que tiene para producir los cambios que se requieren el nudo gordiano que lo impide. Entre todas las experiencias educativas estudiadas, unidas a propuestas de distintos especialistas para obtener una educación que cambie la sociedad y con ello cambiar el mundo, en una entrevista hecha al pedagogo y sociólogo norteamericano Michael W. Apple (revista Occidente, abril 2018), de gran experiencia como profesor de educación primaria y secundaria, ex presidente del sindicato docente, considerado una de las 50 personas más importantes a nivel mundial en educación del siglo 20, en su último libro “¿Puede la educación cambiar la sociedad?”, hace un análisis sobre la relación educación y poder, considerando que es posible edificar una mejor sociedad democrática a través de escuelas democráticas, para lo cual se requiere de mayores y mejores recursos, humanos y materiales, y no solo de discursos; de confianza y respaldo a las comunidades escolares; diálogos permanentes con las autoridades educacionales, con un currículo escolar diferente y un profesorado habilitado para implementarlo, siendo fundamental en este empeño la democratización y descentralización en la toma de decisiones. “La respuesta jamás es más centralización”, afirma.
Su propuesta de escuelas democráticas conlleva la idea de sacar a la escuela del objetivo que se les tiene asignado: reproducir la estructura ideológica y las formas de control social y cultural de quienes ejercen el poder, para que sean un lugar donde no solo se hable y se escriba el concepto democracia, sino donde se ejercite y se viva plenamente.
Cuando vivimos en medio de movilizaciones, protestas estudiantiles con grave daño a los bienes materiales y a la convivencia social; cuando, junto la eclosión de los movimientos feministas contra el acoso, la búsqueda de la paridad de género y una educación no sexista, se conocen los abusos e inmoralidad en los actos de algunos miembros de la iglesia católica, las acciones delictuales y dolosas de funcionarios públicos y representantes del mundo empresarial y político, que deberían ser referentes de comportamientos éticos que imitar, actuaciones que parecieran no causar un mayor impacto en gran parte de la comunidad y ver con desaliento como la justicia ofrece las salidas menos ejemplificadoras y onerosas para los responsables de los delitos, aún los más repudiables, la escuela democrática con una educación para una vida democrática, ciudadana, republicana y ética se hace más necesaria para que la moral individual y social no continúe descendiendo y empiece a levantarse desde el nivel más básico de nuestro sistema educativo.
Alejandro Mege Valdebenito.
