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Columnista

El piropo al banquillo

Leslia Jorquera

Alejandro Mege Valdebenito.

por Leslia Jorquera

Es una palabra o expresión de admiración, halago o elogio que se dirige a una persona. Por tanto, no se puede llamar como una grosería.

La simpática y atenta dama que nos atendiera para responder a nuestra consulta lucía una agradable sonrisa de bienvenida y se lo reconocimos, más al estrechar su mano la notamos bastante helada, se lo hicimos saber y agregamos, con la más sana de las intenciones: “parece que  hace falta un poco de calor humano”.

Al ver que, por un par de segundos, se quedaba pensativa como si recordara algo, dudamos de haber dicho algo inadecuado; sin embargo, volviendo a su cordial sonrisa,  respondió: “Sí, me temo que es así. Hay un poco de frío en mi corazón”. Respiramos tranquilo.

La sombra de ser acusados de piropear a una dama y que ella lo interpretara como algo impropio y se sintiera violentada nos hizo pensar que el piropo había caído en desgracia y que había que pensarlo dos veces antes de decírselo a una mujer, más cuando alguna Ordenanza municipal lo castigara, aun cuando no se tuviera la más mínima intención de molestar ni menos ofender.

El piropo, es “una palabra o expresión de admiración, halago o elogio que se dirige a una persona”. Por tanto, no se puede llamar piropo a una grosería, una injuria, ofensa o insolencia que se diga a una persona, mucho menos a una mujer, actitud ésta que sí merece ser sancionada.

La historia nos ilustra que piropo deriva del griego “pyropus” que significa “rojo fuego”, término que los romanos usaban para clasificar piedras finas de color rojo como el rubí, que simbolizaba al corazón y era la piedra que los galanes regalaban a su dama y quienes no tenían dinero para comprarlos le regalaban lindas palabras a la mujer de sus sueños. Es decir, piropeaban con galantería, “enviando fuego con la mirada”.

Un piropo que reconozca la belleza, que alabe la inteligencia y el donaire; que adule la bondad, la gentileza, el trato respetuoso y la abnegación, debe ser considerado un halago que hace justicia a la mujer y no por ello ser enviado al banquillo de los acusados, cuando no contiene una ofensa o un agravio.

La necesaria y justa lucha por reivindicar el rol de la mujer en la familia, la sociedad y en la vida pública, como ciudadana con todas las oportunidades, todos los derechos y deberes que el hombre, para que se la considere y se la respete, el piropo debe ser la expresión más noble para expresar los sentimientos y la admiración que  merece la persona a quien se le dirige. No olvidemos que también las mujeres suelen piropear a los varones, como un acto de reciprocidad cuando la libertad y la igualdad, así como el derecho a expresar lo que se siente coloca a la pareja humana en el mismo nivel de reconocimiento y consideración.

De ahí que los hombres seamos cuidadosos, para no ser malinterpretados, cuando elogiamos a una mujer quien, por la perspicacia y la sensibilidad que tiene puede entender  adecuadamente el sentido del piropo que recibe y no sentirse ofendida ni el hombre censurado si el piropo alaba, es simpático, ingenioso y creativo.

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