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La Tribuna
Columnista

Chile pequeño

Leslia Jorquera

Mario Ríos Santander 

por Leslia Jorquera

 Es verdad que la democracia termina siendo el sistema que más puede acercarse a lo ideal. Sin embargo, en ningún caso asume la plena conducción de una sociedad cuando está.

Un país que repleta su institucionalidad sólo con leyes, es un país pequeño. La sociedad que lo compone no tiene fundamentos sólidos para vivir su libertad, ni tampoco para comprender su diversidad. La ley, en última instancia, desconoce la naturaleza de las cosas y más grave aún, la esencia de la naturaleza humana. Por ello, la dictación de una ley implica un profundo estudio para que ésta, la ley, no debilite los fundamentos de un pueblo.

En todos mis años de vida pública, nunca comprendí que los estudiosos de la sociología, manifestaran tanto silencio por esta situación. Reconozco que hacen una defensa del actuar indígenas, en sus manifestaciones sociales. Ello, si bien es cierto, representa en lo esencial una manifestación política, generalmente de apoyo a la rebelión, su defensa no es más que reconocer que el indígena, no tiene leyes, sino que fundamentos naturales. Y si es así, ¿no vale la pena recoger tal hecho para encarar al resto de la sociedad enmarcada en occidente?

Es verdad que la democracia termina siendo el sistema que más puede acercarse a lo ideal. Sin embargo, en ningún caso asume la plena conducción de una sociedad cuando ésta, la compone una diversidad humana que sólo la evolución natural, puede  encauzar su institucionalidad. En ellos se fundamenta la nacionalidad y en último término, la Nación, cuerpo social que reconociendo etnias, religiones, lenguas, distintas una de otra, se les reconoce su pasado inmediato y juntas, buscarán un destino común. ¿Es eso Chile hoy?. No. ¿Por qué?, porque se ha trasformado en un país pequeño, o mejor dicho, porque tiene una población desorientada en sus responsabilidades y una dirigencia política, incapaz de sobreponer las mediocridades existentes por sobre la razón ausente.

El “movimiento” feminista, (¿Una manifestación moral?), y la radiación que encuentra en todos los establecimientos educacionales, es digno de un mayor análisis social y científico. El tema de la sexualidad y sus manifestaciones, tienen disímiles tratamientos. Algunos de ellos llegan a la criminalidad. Bien conocemos que ciertas sociedades asentadas en nuestro territorio, hacen de la violación de sus hijas, una constante en proporción alarmante y los esfuerzos, muy débiles desde mi punto de vista, que se hacen para terminar con ello, no tienen resultados positivos. Hoy algunas organizaciones de prestigio, se introducen en este problema y buscan la solución. Mientras tanto, en el Congreso, se suman los proyectos de leyes “para terminar con el acoso femenino”, como si esa  mayoría circunstancial (un acto democrático en última instancia), por ser mayoría, tiene la razón.

El cuidado de la moral en una sociedad, debe ser uno de los hechos más complejos. Las enseñanzas religiosas, universidades, colegios, la familia, son la suma de organismos que deben cuidar de esta moral. Su ausencia, provoca leyes y la suma de estas leyes, destruyen a la misma sociedad. Es un círculo absurdo que por cierto, no se resuelve sólo con “tomas” y gritos de consignas, muchas de ellas verdaderas, pero sin fundamentos cuando no se conoce desde la perspectiva de sus líderes, su solución, de esta cuestión social.

Mario Ríos Santander 

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