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Columnista

La Fille Mal Gardeé

Leslia Jorquera

Mario Ríos Santander

por Leslia Jorquera

 El profesionalismo demostrado por bailarines y actores, la dirección, música, coreografía y escenografía, fue la suma de algo admirable. Felicitaciones y gracias por tener el arte en esa dimensión entre nosotros.

Confieso que fui con alguna aprensión al Teatro Municipal. El ballet, no es un arte más. Es la suma de lo principal de varias artes que concurren en busca de una armonía en que la responsabilidad de los bailarines es plena y absoluta. La expresión corporal, en su conjunto, la música que repleta todo, el rostro de teatralización fina, delicada, vestuario y finalmente el argumento, es una suma de manifestaciones cuya dimensión, pareciera no tener límites. Entonces, algo acostumbrado a lo amateaur del arte en provincia y ausencia de ballet en ellas, era natural tener esta inquietud al ingresar a la sala de ese teatro,  elevar los sentidos de la belleza admirable reflejada en la música y su danza.

¿Era sólo eso?, ¿melodía de una adecuada grabación, técnicamente bien difundida, ocultando los tropezones de bailarines empeñosos pero amateur? Es que el ballet implica tanta precisión, dominio del escenario, alcanzar la esencia de la sensibilidad en el arte, sublime y hermoso que, sinceramente, la magnitud musical no sería capaz de superar esto amateur que es el arte fuera de Santiago. Nuestro centralismo ha sido tan grande que lo mejor del arte se quedaba en la capital y peor aun, en todos los discursos de regionalización, nunca se le mencionó, sólo han sido asuntos económicos y una que otra cuestión de gobierno.

Entonces la carga que me acompañaba hizo que, sentarme en espera de la función en una estupenda butaca del Teatro Municipal, fuera mas bien un acto mecánico, sin más ánimo que ser partícipe de este ballet. Me impresionó la cantidad de niños que llegaban con sus padres, pensé que a lo anterior, se sumarían algunos llantos y carreras de niños. Pero nada fue así. Nos preparamos para ver ballet.

Las luces sobre el escenario, los primeros bailarines, la escenografía y de pronto la irrupción de una bailarina admirable, fina, armoniosa, rostro estupendo, vestida adecuadamente, hizo que comenzara a volar con mis sentidos en forma tal, que me introduje en La Fille Mal Gardeé  gozando plenamente. Más adelante, otras bailarinas, bailarines, actores admirables, (Hugo Zárate admirable), y durante algo más de una hora que se extiende el ballet, me sentí orgulloso de verlo en Los Ángeles. Todo lo amateur desapareció. Al contrario, el profesionalismo demostrado por bailarines y actores, la dirección, música, coreografía y escenografía, fue la suma de algo admirable. Felicitaciones y gracias por tener el arte en esa dimensión entre nosotros. Mis ánimos es alentar otras funciones, a las cuales volveré asistir, para que se proyecte ampliamente. Felicitaciones.

En medio de los plausos finales, diviso al concejal Zenón Jorquera, vestido elegante para el ballet, a un alegre alcalde, algo complicado porque la chaqueta no le cruzaba y una señora con bototos. En suma, todo bien. El ballet de Los Ángeles, magnífico.

Mario Ríos Santander

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