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Columnista

¿Qué país somos?

Leslia Jorquera

Mario Ríos Santander 

por Leslia Jorquera

Chile tiene hoy unos 22.000 cuerpos legales, que según las mismas leyes, “se suponen conocidas por toda la población”. Alemania, sólo 3.400. ¿Tan pocas? Sí, tan pocas. Y si a eso agregamos, que nuestros cuerpos legales, últimamente se han transformado en verdaderos reglamentos.

A los parlamentarios les ocurre que cada día alguien se le acerca para comentarle un problema. Igualmente, cada día, esa misma persona, le propone al parlamentario una nueva Ley. Usualmente, con sonrisa incluida, expresa satisfacción por habérsele ocurrido tan buena idea. Por las tardes, horas de reuniones varias, la expresión, “falta una ley para resolver este problema”, es pan de todos los días.

Veamos.

¿Requiere un Estado tanta ley? La respuesta es afirmativa si se trata de una sociedad mediocre, en que la falta de cultura la hace incapaz de administrarla. Chile tiene hoy unos 22.000 cuerpos legales, que según las mismas leyes, “se suponen conocidas por toda la población”. Alemania, sólo 3.400. ¿Tan pocas? Si tan pocas. Y si a eso agregamos, que nuestros cuerpos legales, últimamente se han transformado en verdaderos reglamentos, al igual de cómo era antes de septiembre de 1973, en que el legislador, no sólo establece la norma, también como debe aplicarse, (basta ver la Ley de Tránsito para comprobarlo), estamos frente a una sociedad que claramente ha vuelto a la mediocridad en forma alarmante. La Constitución del 80, y que en este aspecto no ha tenido modificación, pero sí, nuevas interpretaciones de lo mismo,  alentaba la formación de leyes enunciativas y no reglamentarias. Esto último se lo dejaba a la Contraloría. De esa forma, la aplicación de la ley que pudiese tener algún inconveniente por razones diversas, el reglamento se modificaba, en cambio, modificar la ley, como ocurre ahora con tanta ley absurda y de baja calidad, es francamente insoportable. En verdad, Chile se puso mediocre.

Y hay otras áreas que conoce de la mediocridad. Veamos. ¿Chile tiene una población que siempre dice la verdad? ¿El gásfiter que dijo “iré a su casa a eso de las 10”, llegó a la hora señalada o, peor aún, llegó? ¿El mecánico le entregó el auto reparado, el día y hora comprometido? En la oficina pública, que debe entregarle un certificado, ¿lo hizo ir sólo una vez en tal trámite? Los ejemplos son miles. Personalmente, podría estar una tarde completa narrando mentiras que me han dicho. Que la factura se la envío mañana, mentira, que voy a ir a verlo esta tarde, mentira, que mi tío le mandó saludos, mentira, que no “pelo” a nadie, mentira, y así los ejemplos suman cientos o miles de mentiras permanente. “No te preocupes, llegaré a la hora”, mentira, peor, no va, ni avisa. En realidad somos un país mentiroso y lo más grave, es que la autoridad política, salvo excepciones, es aún más mentirosa: “Mañana mando un equipo a arreglar el camino”.  Mentira, no llegaron nunca. “El doctor lo atenderá a las 17 horas… traiga su bonito”. Mentira, una hora esperando, la secretaria, que generalmente no son muy simpáticas, anuncia con rostro duro e impersonal,  “el doctor se va a demorar en llegar”. Ocurre a diario, (salvo excepciones).

La desconfianza ha escalado niveles tan altos, que los Notarios, (administradores de tal estado), se han visto repletos de trámites que le reportan buenos ingresos. En los bancos toda la documentación de crédito lleva implícito algunos certificados que reza: “Firmó ante mí”. Mentira, se firmó  en el escritorio de una funcionaria bancaria que hace de “Ministra de fe”, pero los honorarios son para el notario. Todo es mentira. ¿Por qué no recibe el funcionario tales honorarios quien aseguró la autenticidad del documento y que para mayor abundancia, puso tinta en el pulgar para que certificada su propia firma?.

 Una sociedad mentirosa y repleta de leyes, es una advertencia de malos días por venir. Pocas cosas hacen más daño que la incultura. No hay paz plena y verdadera, único estado, el de estar en paz, que se acerca a la perfección humana. Y cuando individualmente se siente en tal estado, por la impaciencia que produce la mentira y/o la institucionalidad debilitada, todo es peor, nada es mejor.

Mario Ríos Santander 

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