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Columnista

Ahora el Sida

Leslia Jorquera

Mario Ríos Santander.

por Leslia Jorquera

“Triste récord y peor aún, dramático índice que afecta a miles de jóvenes que, hicieron de la promiscuidad, un asunto de vida”.

Es difícil definir los límites que debieran existir entre la responsabilidad "pública", la otra, responsabilidad "social" y finalmente, quién sabe si la más importante, la responsabilidad, "familiar". ¿Son iguales? Sí, en la medida que el problema tratado sea el mismo. Pero, no lo son, en sus responsabilidades.

Se ha dado, en la máxima expresión de lo absurdo y quien sabe más que eso, en la irresponsabilidad, falta de disciplina e interés social, religioso, cultural, y otras tantas áreas más de nuestro quehacer, el hecho de título alguno pero  ignorantes, echarle la culpa al Estado de todo. Tal afirmación, reflejada en opiniones, generalmente del mundo político, tratan de que el ministro tal o cual, se haga cargo de los problemas de mi comunidad, de mi familia e incluso de mí mismo. A veces, este hecho alcanza niveles de magnitud impensada, como es el caso ahora, de la gravísima extensión del sida en nuestra población y, para no variar en lo ocurrido en los últimos años, especialmente en nuestra juventud.

Ahora, se ha ubicado en el mayor depositario de Sida y amenaza conquistar Medalla de Oro en el ámbito latinoamericano al darse a conocer que, "Chile ha tenido la mayor alza en un año de enfermos de Sida".  Triste récord y peor aún, dramático índice que afecta a miles de jóvenes que, hicieron de la promiscuidad, un asunto de vida. Entonces, surgen las advertencias al Ministerio de Salud y la ministra, trata de defenderse. Ella sabe que este es un asunto que va mucho más allá  de los planes y programas de su gabinete. Pero como ella,  y los otros secretarios de Estado, han abominado de la familia, terminan asumiendo todas las responsabilidades de esta calamidad que cruza todos los espacios humanos, partiendo por el mismo joven infectado de por vida, y asentándose en unos padres sobrepasados, algunos con temor de enfrentar a sus hijos, y luego extendiéndose a la comunidad, culminando efectivamente en el Gobierno.

Recuerdo en el Estadio Nacional. El Papa Juan Pablo II, en un alarde de sinceridad, le pregunta a los jóvenes si están dispuesto a ordenar su vida sexual y la respuesta fue absoluta:¡No!, ahora están enfermos.

¿Y la familia?

Sigue siendo el principal patrimonio humano. Pero la desechan como artículo de uso limitado. Una especie de calienta agua chino. Una falla y se vota, elimina, es más barato comprar otro. Con la familia estamos igual. En verdad, todos están contra ella. Y más grave, una buena parte de las familias chilenas, están contra ellas mismas. Indolentes, dejar hacer. Nada saben de los amigos de sus hijos, del lugar en que se encuentran, de las horas de llegada a su casa, si hay o no disciplina en el colegio, de la mayor o menor preocupación de los profesores por sus hijos... en realidad, no saben nada. ¿Se aburrieron?, ¿se sienten definitivamente sobrepasados? Algunos quieren hacer algo, pero se encuentran que familias amigas, "están en otra. "Yo fumo marihuana con mis padres. Son choros los viejos". Saben que el regreso a casa, cada madrugada, sus padres dormirán plácidamente. La comunidad, mientras tanto, en lo suyo.

El Sida volvió a instalarse de nuevo. En los años 60 hubo una droga maldita que fue consumida por las embarazadas: Talidomida. Nacieron decenas de miles de niños sin brazos u otra alteración física. Los hijos de enfermos con Sida, no son diferentes. Nos aprestamos a vivir otra inconsecuencia de nuestros tiempos.

Mario Ríos Santander.

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