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La Tribuna

Educar las emociones, clave en la búsqueda de la felicidad

por Zazil-Ha Troncoso

Lisette Bazignan Guerrero, psicóloga y académica de la Facultad de Psicología de la Universidad San Sebastián

03-08-2017_20-55-491__LisetteBazignanUSS /

Durante miles de años la educación del ser humano ha estado orientada a adquirir destrezas racionales que de alguna forma le asegurarían el bienestar y la felicidad. No obstante, cada día somos testigos, ya sea a través de la propia vida o la de otros, de que dicha felicidad no ha sido tal y, más aún, miles de personas se encuentran sumidas en sentimientos de tristeza y depresión.

La escuela y la familia son los núcleos básicos de la sociedad encargados de transmitir aquello que consideramos valioso a los más pequeños. Sin embargo, se nos ha privado de un aspecto fundamental en nuestra educación, cual es la formación de nuestras emociones. Es así que a muy pocos se nos educó acerca de qué hacer cuando nos sentimos tristes, con rabia o felices; la mayoría aprendió a gestionar estos sentimientos observando qué hacían los adultos de su entorno, quienes muchas veces no otorgaron un ejemplo muy adecuado.

En el año 1990, Salovey y Mayer definieron la inteligencia emocional como la habilidad de manejar los sentimientos y emociones, discriminar entre ellos y utilizar estos conocimientos para dirigir los propios pensamientos y acciones. De esta manera, es necesario que los seres humanos adquiramos competencias que nos hagan más inteligentes a nivel emocional, y así el aprendizaje, las relaciones con los otros e incluso consigo mismo, serán mucho más satisfactorias de lo que hoy son.

Rafael Bisquerra ha señalado que el modelo GROP de la Universidad de Barcelona ha definido competencias importantes que los niños deben desarrollar. Entre estas competencias está la conciencia emocional, definida como la capacidad de conocer las propias emociones y las emociones de los demás, lo que se logra a través de la observación del propio comportamiento como el de los otros.

También menciona la regulación emocional, que no debe confundirse con la represión. Otra de las competencias es la autonomía emocional, que implica no verse seriamente afectado por los estímulos del entorno, para lo cual se necesita una sana autoestima y autoconfianza. Además, se añaden las habilidades socioemocionales, competencias que facilitan las relaciones con los demás; allí encontramos la escucha y la capacidad de empatía, las habilidades para la vida y el bienestar. El bienestar emocional es lo más parecido a la felicidad y este debe construirse con actitudes positivas y voluntad.

Dicho lo anterior, queda clara la importancia de educar las emociones, ya que ellas nos brindan señales fundamentales de los cambios internos y del entorno. Los pensamientos que generemos acerca de nuestras emociones nos permiten preparar nuestro organismo para la mejor respuesta. Entonces, una educación emocional adecuada permite reducir las emociones negativas y aumentar las positivas, nos permite manejar conflictos, manejar nuestras rabias, frustraciones, automotivarnos, saber expresar las emociones y tener una actitud positiva ante la vida.

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