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La Tribuna
Columnista

El populista moderno

Leslia Jorquera

Cristóbal Bellolio

Escuela de Gobierno

Universidad Adolfo Ibáñez

por Leslia Jorquera

 Tal como lo hicieron los fascismos del siglo XX, el populista moderno entiende la importancia de identificar al enemigo. Para Trump, son los políticos. Un clásico. En su discurso ni siquiera le pidió ayuda al Parlamento.

 En el último tiempo se ha hablado tanto de populismo que el concepto ha perdido claridad. En el debate público se han hecho comunes las cruzadas acusaciones de populismo, usualmente en forma peyorativa. Sin embargo, en su discurso de inauguración, el 45° presidente de EE.UU. Donald Trump entregó varias pistas interesantes para identificar la frecuencia populista de la que tanto se habla.

En primer lugar, pareciera que los populismos comparten la tendencia de representar el presente en términos nefastos. Trump incluso ocupó la palabra "carnicería" para referirse al despojo que padecían sus compatriotas. De ahí su insistencia en la necesidad de "reconstruir": para hacerlo, algo tiene que estar destruido. Por supuesto, el populista de manual pinta el futuro de colores. Trump profetizó que les esperaba un "destino glorioso", dijo. En ese sentido, su mesianismo no conoce límites.

En segundo lugar, tal como lo hicieron los fascismos del siglo XX, el populista moderno entiende la importancia de identificar al enemigo. Para Trump, son los políticos. Un clásico. En su discurso ni siquiera le pidió ayuda al Parlamento.

Para qué. El populista construye un vínculo místico y emocional con el pueblo como entidad orgánica. Las instituciones representativas, en esa narrativa, sobran.

Hay línea directa con el líder. En tercer lugar, pareciera existir cierta relación entre populismo y nacionalismo.

Todos tenemos derecho a un grado de patriotismo. Pero pocas veces se había escuchado en esa tribuna un discurso que exacerbara la ese sentimiento de manera tan básica. Por una parte, Trump articula correctamente los preceptos del realismo como doctrina política.

Lo único que importa, insistió majaderamente, es el interés nacional. No los derechos humanos, no la justicia global no los esfuerzos colectivos por proteger el medio ambiente. Estados Unidos, dijo "va a empezar a ganar otra vez, a ganar como nunca antes". Ni Hobbes lo puso tan crudamente. Por otra parte, Trump promete proteger la industria local de los avatares de la globalización y el libre mercado. Algo irónico, viniendo del candidato de derecha en una cultura que supuestamente promueve un capitalismo abierto y competitivo. Compra nacional contrata nacional, ordenó a sus seguidores.

Trato de buscar algo positivo en esta columna sobre el ascenso de Trump. Pero me veo superado. Salvo que, legítimamente, el lector considere que la descripción de populismo que acabo de hacer no suena tan mal.

Cristóbal Bellolio

Escuela de Gobierno

Universidad Adolfo Ibáñez

 

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