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Columnista

La PSU y la promesa de movilidad social

Leslia Jorquera

Alejandro Mege Valdebenito

por Leslia Jorquera

Con esa orientación la PSU destaca a un puñado de puntajes nacionales que pueden acceder a estudiar la carrera que quieran y en la universidad que escojan y que por eso son  noticia para promocionar a colegios y preuniversitarios.

 

La Prueba de Selección Universitaria (PSU), como se define, tiene la misión de seleccionar a 1 de cada 4 estudiantes para abrirles la puerta de la universidad, midiendo una cantidad de conocimientos que deberían recibir en la enseñanza media y cuyos vacíos de formación son completados por los preuniversitarios, que no están al alcance de todos los alumnos y que se disputan con la institución escolar el mérito de los resultados obtenidos, claro que sólo de los puntajes que destacan. De hecho, la mayoría de los estudiantes que obtienen mejores rendimientos en la PSU se prepararon en un preuniversitario.

La PSU no mide calidad educativa ya que nunca ha sido ese su objetivo por cuanto, como lo reconoce la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (Ocde): “La educación chilena está influenciada por una ideología que da importancia indebida a los mecanismos de mercado para la mejora de la enseñanza y aprendizaje”. Alcanzar calidad en la formación humana no es prioridad del mercado.

Con esa orientación la PSU destaca a un puñado de puntajes nacionales que pueden acceder a estudiar la carrera que quieran y en la universidad que escojan y que por eso son  noticia para promocionar a colegios y preuniversitarios. Bien por los alumnos que lo logran, pero mal para miles de ellos que tienen pocas o ninguna opción para estudiar una profesión y mucho menos aquella que quisieran. Nuestro selectivo sistema educativo no está diseñado para todos.

Los bajos puntajes alcanzados en la PSU, que afectaron también al buque insignia de la educación pública, el Instituto Nacional y a otros liceos emblemáticos, ha llevado  que algunos políticos que se declaran con sentido de justicia social, partidarios de la igualdad, la no segregación y de poner término a la selección escolar, estén solicitando que se vuelva a una mayor selección y con ello a la discriminación en estos establecimientos para que la venida a menos educación pública tenga algunos focos que destaquen y tranquilicen sus conciencias por no haber sido capaces de concretar la necesaria reforma educativa que no ha logrado responder a las expectativas que la mayoría de la población  ha soñado.

Obtener mejores rendimientos de unos pocos como producto de una rigurosa selección de los alumnos los que, por sus cualidades, podrían rendir en cualquier colegio que se apreciara de tal, no es la solución. La pregunta es: ¿Qué le ofrece la educación al resto, a la gran mayoría de los alumnos?, ¿Seguir siendo náufragos sociales?

Queda la sensación que algunos de la clase gobernante, de este lado y de enfrente, más allá del discurso, no tienen la intención de modificar el actual modelo educativo que satisface sus intereses por lo que la movilidad y justicia social a través de la educación sigue siendo una promesa.

Alejandro Mege Valdebenito

 

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