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Columnista

Feliz consumismo y Prósperas deudas nuevas: Celebrando un cumpleaños, sin invitar al cumpleañero

Leslia Jorquera

Francisco Muñoz Almendras

por Leslia Jorquera

La Navidad es una de las fiestas en donde la familia, y la sociedad en general, se reúnen para poder compartir. Es una de las pocas instancias dentro del año en dónde se respira un aire diferente de paz y de armonía. Pero, lamentablemente, la Navidad en sí misma ha perdido su real sentido.

Esto, ayudado por la cultura “gringa”, a través de sus películas y series y, por sobre todo, por la campaña histórica de una famosa bebida “cola”, en donde bajo el cliché: “Tenemos que salvar el real sentido de la Navidad”, se realza la figura de un hombre obeso, con barba blanca y larga, vestido de rojo (¿de qué color es la famosa bebida Cola? Sí, roja). Santa Claus, Papá Noel o más conocido en Chile como el Viejo Pascuero, lleva regalos “a los niños que se portan bien”, cuando la realidad concreta es que esos regalos son sólo para aquellos que tienen los recursos para costearlos y, definitivamente, para todos aquellos que exprimen su billetera en 72 cuotas para “hacer feliz” a los cercanos. ¿Ése es el real sentido de la Navidad? ¿Esto es lo que tenemos que salvar de la Navidad? ¿En serio?

Coincidentemente, bajo la batahola y el caos que desde hace varios años se ha apoderado de esta fecha, celebramos el acontecimiento que ha dividido, en un antes y en un después, la historia de la Humanidad: el nacimiento de un niño hace ya dos milenios, en una humilde pesebrera, rodeado de animales, en el frío e inhóspito desierto de Belén llamado Jesucristo, el que para muchos, 2.000 millones de personas en el mundo, es el Salvador de la Humanidad.

A veces me pregunto, ¿qué hubiese pasado si ese niño hubiera nacido en el año 2016? Lo más probable, es que los padres de él hubieran sido inmigrantes escapando de alguna guerra, sin burritos, pero con un humilde carro de supermercado para llevar sus cosas. Ellos serían ignorados por la multitud, como lo hacemos con la cruda realidad de la guerra en Siria, o sin ir más lejos, con las familias de los campamentos y de las zonas rurales de nuestra propia ciudad, en donde muchas de ellas no tendrán siquiera un pedacito de pan de Pascua o una humilde cena navideña.

Hagamos que la Navidad sea nuevamente la de antaño, aquélla en donde celebrábamos el nacimiento de Jesucristo. Que sea un momento de recogimiento, de reflexión, de cómo en los pobres, en los necesitados, en la persona de al lado, en el hermano, se encuentra ese Cristo buscando un lugar donde poder nacer. Les deseo una Navidad cristiana, como lo fue la primera, cuando Dios, queriendo derrotar los “valores” del mundo, se hizo pequeño en un pesebre, con los pequeños, con los pobres, con los marginados.

Hagamos de esta fecha la celebración de un cumpleaños, invitando al cumpleañero, ese humilde y pequeño bebé que reparte el regalo del Amor y de la Salvación, sin costo, sin intereses, de manera gratuita y para todos.

Les deseo una santa y feliz Navidad a todos. Un abrazo fraterno a todos.

Francisco Muñoz Almendras

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