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La Tribuna
Columnista

Bonn, Alemania

Leslia Jorquera

Mario Ríos Santander

por Leslia Jorquera

“¿Qué ocurriría si Honecker llegara a Chile? ¿Qué harían con él?”. Las opiniones sobre tal asunto, no se hicieron esperar.

 

En aquella ocasión, 2 de octubre de 1990, hora de almuerzo en el comedor de la Cancillería alemana, (Bonn),  tres senadores, Carmen Frei, Hernán Vodanovic y Mario Ríos, tenían un encuentro con Hans-Dietrich Genscher,  vice canciller de Alemania Occidental.  Dos días después, en Berlín, serían testigos privilegiados de la ceremonia que reunificaba las dos Alemania. Culminaba uno de los periodos más dramáticos de la historia germana. Dividida por un siniestro muro, el comunismo, había resuelto eliminar todo atisbo de libertad a quienes, por efecto de la guerra, vivían en el área de administración de la URSS. 

  

El almuerzo se llevó sin contratiempos hasta que el vice canciller, puso sobre la mesa una cuestión inesperada: Erich Honecker, dictador que gobernó la Alemania del Este y luego acusado de criminal. Ninguno de los tres senadores comprendió, en ese momento, los motivos de tan interrogante cuestión política. Puesto el tema en la conversación el vice canciller, algo perturbado, preguntó en un momento, “…¿qué ocurriría si Honecker llegara a Chile? ¿qué harían con él?”. Las opiniones sobre tal asunto, no se hicieron esperar. Por razones de reserva, me guardo las opiniones de cada senador, sin embargo, al final del encuentro, era evidente que el vice canciller, tenía absolutamente claro el destino del jerarca comunista. Meses después, Erich Honecker, aterrizaba en Chile, procedente de Moscú y era recibido con dignidad y respeto. Una casa en la comuna de La Reina, estaba esperándolo y la Clínica Las Condes de Santiago, se haría cargo de su deteriorada salud.

Chile, con un extranjero, había actuado dignamente. Comprendió que se trataba de un individuo, enredado con los tiempos políticos de la guerra fría. Al igual que Brezhnev, Mao, Ho Shi Min y otros en Europa y Asia, como los militares en América, de colores izquierdistas o patrióticos, todos viviendo los tiempos de caos, luchas subterráneas, revoluciones de todos los colores, guerrillas, asaltos, asesinatos, en fin, todo lo que ocurre en un mundo, como el de Honecker, repleto de dramas humanos e ilusos caminos de comunidades mal entendidas. Ni Honecker era el culpable, tampoco Pinochet, ni Reagan en EEUU o Adenauer en Alemania. La guerra fría traspasaba todas las capas sociales y se situaba en un conflicto, cuyo dramatismo, alcanzaba niveles de tal destrucción que incluso disolvía familias. Sin embargo, a Honecker se le recibía con dignidad y comprensión.

Traigo este recuerdo al enterarme de quienes rechazaban la humanidad para los detenidos chilenos, que proclamó el ministro de Justicia. Oír los odios como respuesta a su pedido de comprensión humanitaria, y que la vocera de la Presidenta señale que “el ministro habla sólo en su representación”, concluimos que Chile se merece la calidad de gobierno que tiene.

Mario Ríos Santander   

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