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La Tribuna
Columnista

El concejal somos todos: La solución perfecta

Leslia Jorquera

Ives ortega

Poeta

por Leslia Jorquera

Pronto desde la alcaldía surgió la solución: mediante un Decreto Municipal, aprobado por unanimidad del Concejo y las demás organizaciones relevantes, se procederá a poner en marcha un operativo médico que “mediante una simple cirugía láser,  ambulatoria, a cada habitante le será extraído el sentido del olfato”.

 

Desde que aterricé en este país junto a la familia, hace un tiempo atrás, nos instalamos en una artificial, devota y provinciana ciudadela, similar a otros lugares, donde se echan de menos las sombras, así nomás. En los edificios públicos las bodegas se notan abarrotadas de estanterías y archivos, memorándum y timbres diluidos por la humedad de la espera burocrática, así suceden las cosas y qué le vamos a hacer no más caballero. Una vez instalados y ya queriendo devolvernos, esta vez por otro camino, donde no pudiéramos hacernos notar –qué tal si en el intento nos detienen porque las chupallas causan sospecha - con los años el cielo fue renunciando incluso a ese singular azul claro en tiempo de primavera; la polución se vino de un viaje; todo se ha vuelto gris, es culpa del viento predican las radios, de inmediato tuvimos la sensación de estar dentro de una fábrica de asbesto cemento, ese hedor de la ahogadera era distinto a todos los aromas; entraba seco por nuestras fosas nasales, también por las orejas de los perros y gatos que maúllan adoloridos clamando justicia por la otitis, se enjutan los poros en el seboso rostro de los y las adolescentes, las gallinas ya ni cacarean al poner el huevo y que no se te ocurra respirar muy profundo; ahí mismo te pilla la tos, los estornudos y la carraspera... para eso son las pastillas que te tienes que tomar, nos lo habían advertido unos fulanos a la bajada del avión.  

El espeso aire que se inhala no te deja ver más allá de lo creíble -entre los habitantes abunda lo marchito -caminando de brazos caídos cargando una montonera de temores y deudas contraídas ya antes de nacer; y es que en la comuna las criaturas las pasan por el agua recién paridas; las familias encopetadas, porque si las hay, pasan con sus motores estruendosos y sus vidrios polarizados sumando una estela de humo como de leños mojados, por esto el aire apesta, y también, a orines los muros de las casas, así la brisa va colmando los espacios de una fetidez que no se entiende.

El devenir de la vecindad está sitiada por el costo de las  restricciones de energía, de agua, de aire, de fuentes alimenticias, de vivienda, salud y educación. Las chimeneas en los domicilios se suman a aquellas viciadas humaredas identificadas más que por su altura, por la pestilencia. Fue así que los agobiados comenzamos a manifestarnos portando carteles, gritando por las resquebrajadas calles, y eso fue peligroso. Ya vienen las elecciones, hay que tomar cartas en el asunto -se oye decir a la autoridad-. Cerrar la fábrica sería un acto irresponsable, se vendría todo abajo, aumentarían las tasas de desempleo, el descontento, la delincuencia, la situación se tornaría incontrolable; comenzaría el saqueo. Pronto desde la alcaldía surgió la solución: mediante un Decreto Municipal, aprobado por unanimidad del Concejo y las demás organizaciones relevantes, se procederá a poner en marcha un operativo médico que “mediante una simple cirugía láser, ambulatoria, a cada habitante le será extraído el sentido del olfato”.

Ives ortega

Poeta

 

 

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