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La Tribuna
Columnista

Política y moral

Leslia Jorquera

Alejandro Mege Valdebenito

por Leslia Jorquera

La condición moral no es un atributo que se adquiera de manera instantánea por el solo hecho de ser […] por lo que el elector, […] al emitir su voto debe conocer, en lo que sea posible, lo que hay detrás de un nombre.

 

En su sentido clásico la política es el arte de gobernar la ciudad (la polis de los griegos) de manera ética y la moral es la forma de realizar esa gobernanza y si bien Sir Francis Bacon (1561-1626), que sabía de lo que hablaba, expresó que era muy difícil hacer compatible los intereses políticos y la moral, los ciudadanos nunca pierden la esperanza, aún a contrapelo de la experiencia, que es posible que los políticos hagan del acto de gobernar la ciudad una actuación revestida de moralidad, transparencia y de honesto servicio público, como algunos lo consiguen. De ahí la responsabilidad de quienes eligen o designan a los distintos candidatos considerar la estatura moral que los respalda y que reflejan frente a la ciudadanía puesto que la condición moral no es un atributo que se adquiera de manera instantánea por el solo hecho de ser candidato a un cargo de representación popular por lo que el elector, ese ciudadano consciente de su deber, al emitir su voto debe conocer, en lo que sea posible, lo que hay detrás de un nombre, de un rostro, de una letra y un número y de unas cuantas promesas, la mayoría de las cuales quedan fuera de las  posibilidad de realización por quienes las ofrecen.

Debe ser la honestidad y la consecuencia entre lo que se dice y lo que se hace, con un pasado sin sombras que inhabiliten moralmente, por sobre los deseos personales y los fríos cálculos político- electorales los que deben ser considerados cuando se toma la decisión de elegir a una persona para un cargo que es importante porque afecta la vida de toda una comunidad, puesto que, como lo dijera el presidente checo Vaclav Havel (1936-2011), “Si no se comparte e implantan unos valores y unas obligaciones morales, ni la ley, ni un gobierno democrático, ni una economía de mercado funcionarán correctamente”.

Debemos reconocer que en materia de moralidad pública  estamos  al debe, defraudados  y muy poco felices, por lo que como ciudadanos no podemos contribuir, por acción u omisión –  votar en las próximas elecciones o negarse a hacerlo-  a que este comportamiento se generalice, teniendo la oportunidad para elegir a nuestras autoridades lo hagamos por quienes, por mérito personal y moral se lo merecen, tanto ellos como la comunidad.

En esta decisión adquiere mayor relevancia la opinión y participación de la gran mayoría silenciosa constituida por el ciudadano común y corriente, aquel que la mayor parte del tiempo permanece casi invisible en el quehacer y bullicio público pero que conoce mejor que nadie los problemas y necesidades de la ciudad y la comuna en que vive porque  los sufre o los goza y que no siempre puede ni tiene tribuna para expresar su opinión, hasta que en el  silencio y la soledad de la cámara de votación, conciente de la importancia que tiene su participación ciudadana y democrática, emite su voto.

Alejandro Mege Valdebenito

 

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