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La Tribuna
Columnista

La crisis

Zazil-Ha Troncoso

Mario Ríos Santander

por Zazil-Ha Troncoso

¿Habrá asumido la Nueva Mayoría la responsabilidad que tiene en esto que se ha llamado crisis institucional sin conducción alguna? ¿Y nuestra Bachelet?

Si pudiéramos establecer algunos hitos que alientan esta crisis, fuera de la proclamada y símbolo absoluto retroexcavadora, en primer lugar se ubica el anuncio de la desaparición de la educación impartida en sociedad pública-privada, conocida con el nombre de “particular subvencionada”.

Fue un golpe duro, feroz, al hombre nuevo que socialmente se instalaba en Chile y encontraba en ese lugar, su colegio, escuela o instituto, el primer paso trascendente de su ascensión en el mundo social en que se desenvolvía.

La verdad es que nunca, hasta ahora, comprendió la destrucción al caminar educativo de sus hijos. El gobierno, para justificar su extremo error, señalaba que había “sostenedores que se enriquecían”, como si ello fuera la norma permanente de este espacio público.

Destruido el ascenso social en lo más íntimo de la familia, surgía el caso Caval y la declaración de nuestra Michelle en que anunciaba que “no sabía nada”. No sé si el pueblo castigó a la presidenta por su deslealtad manifiesta hacia su hijo o porque el ciudadano común no le creyó nada de lo que ella decía.

Este caso fue una explosión detonada en la principal fortaleza de nuestra Michelle, su credibilidad, y en esa rara condición de haberse trasformado en una especie de “madre de Chile”, alegre y juguetona, pero a su vez solitaria y triste.

El caso Caval, que de paso sepultó al síndico de quiebra, Herman Chadwick, si bien es cierto no era un asunto institucional, su ocurrencia demolió la credibilidad presidencial.

El caso Riggs que afectó al general Pinochet pasó a ser un detalle frente a los miles de millones (y que aún no aparecen todos) que la familia presidencial se echaba al bolsillo.

El financiamiento electoral pudo haberse aceptado, pero lo que el ciudadano rechazó de plano fue “la cuota mensual” para el bolsillo del político en cuestión. Eso no. El castigo fue absoluto, sepultando de paso el respeto público de la “clase política”, empujándola al cadalso. Esto no lo perdonó.

Tampoco, y se suma a lo anterior, la “ristra” de inmoralidades ocurridas en diversos servicios públicos, Gendarmería llevando el estandarte, que dieron cuenta de jugadas propias de gánster para quedarse con la plata de Chile.

El diputado Andrade (lo vi viajando por el Medio Oriente) se transformó, junto con su esposa, en lo que fue el senador Quintana con la retroexcavadora.

Y finalmente, crisis institucional en la mira, las esperanzas de algo que no será, gratuidad en la educación superior y, últimamente, con la principal marcha ciudadana criticando a las AFP, con la expulsión del senador Navarro incluida. Suma de muchas cosas. No creer en los poderes del Estado ni en sus integrantes, que nada hacen por modificar su imagen, origina esta crisis.

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