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La Tribuna
Columnista

Vuelvo a mi lectura

Leslia Jorquera

Ives Ortega

Poeta

por Leslia Jorquera

Estaría de acuerdo en una exención tributaria a los libros, pero el asunto va más allá de eso. Se necesita que el Estado dirija su mirada hacia las bibliotecas públicas, que extiendan sus horarios hasta las 24 horas, por ejemplo, y que desde el hogar aquellos padres y madres lean.

 

Los niños decidieron bajar a saludar y también dispuestos a todo. Comenzaron la jornada con un fuerte abrazo, poco antes habían pedido sus poderes. La mañana era fría y húmeda, anoche, a ratos estuvo lloviendo. Por la amplia ventana - siempre de cortinas abiertas- veo poco tránsito de vehículos y humanos por las calles, reverdea el suelo sacando a relucir la basura diseminada por doquier, es un día normal, las chimeneas humean, humean, humean.

Desde que me hice poeta, ha rondado entre mis bohemios, discursivos, silenciosos y cinematográficos amigotes, esa seductora idea de publicar un libro. Pronto las letras le fueron hablando a mi hablante lírico y este me susurró al oído que era más sugerente el “no publicar un libro mientras haya trabas para que las personas accedan a él”. Quien pública un libro lo hace para contar una historia, sea cual sea, el modo o el recurso, o el estilo, o la impronta, tal vez el medio, trascender, proyectar e incluso ser reconocido, hay quienes han publicado tantos libros como tanto se han convertido en personajes públicos, pero también están los que  fermentan en el anonimato. Hay quienes han publicado sólo un libro y veo inmortalizadas sus letras por toda la tierra, pero están los que no saben leer, pero hay los que no saben escribir, pero están aquellos cuyos pueblos han ejercido sólo a través de la palabra.

En Chile, el libro estaba exento de impuestos hasta 1976 y fue la dictadura la que no sólo cerró editoriales y quemó todas las obras, sino también gravó con IVA los libros. Actualmente en nuestro país es de 19% de impuesto.

Hay quienes argumentan que es necesario sacarle el IVA a los libros para incentivar la lectura. Cómo me encantaría que eso fuese verdad cuando el libro pasa a ser un producto de mercado, se verán colas para comprar una hamburguesa que viene con un monito, pero por un libro a menor precio no pasa lo mismo ¿Cuánto más barato debiera costar un libro? ¿Y entonces bajo qué estímulo alguien abriría una librería, una editorial apostaría por una obra o alguien querría escribir un libro? Se podría decir que alguien que no tiene dinero para comer tampoco puede acceder a esos libros. Es cierto, pero esa persona que no tiene qué comer tiene otras necesidades que deben ser cubiertas antes de pensar en la lectura.

Estaría de acuerdo en una exención tributaria a los libros, pero el asunto va más allá de eso. Se necesita que el Estado dirija su mirada hacia las bibliotecas públicas, que extiendan sus horarios hasta las 24 horas, por ejemplo, y que desde el hogar aquellos padres y madres lean, para que sus hijos se habitúen, ver en esa experiencia otra forma de alimentar sus aprendizajes desde la primera infancia.

Según estudios de la Universidad de Oxford, “las personas que conviven con el hábito de lectura expresan mejor sus ideas, entienden mejor su entorno, tienen mayor éxito profesional y tienen mejores relaciones interpersonales”. Una sociedad lectora cultiva la curiosidad, la creatividad y finalmente abunda en innovación, lo que lleva a crear riqueza y superar el subdesarrollo en base a innovación y no a la explotación de materias primas. Por eso es necesario centrar el debate más allá que el tema del IVA. Mientras tanto, avanzo con ustedes mis amigos y amigas lectoras porque ya en la memoria de sus hijos e hijas existen los jueves, el día que el poeta, reparte sus alimentos. 

Ives Ortega

Poeta 

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