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Columnista

Productividad: ¿Dispara usted o disparo yo?

Leslia Jorquera

Sergio M. Urrutia Donoso

Académico

Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas

Universidad Central

por Leslia Jorquera

Tal vez los ingresos generados por el país en tiempos de bonanza, no se han traducido en ahorros e inversiones rentables, con bajo riesgo y sustentables en el tiempo, como la innovación, la investigación, el desarrollo y la educación de calidad.

 

Productividad es sinónimo de mejora continua, de innovación; es administración eficiente de los recursos siempre escasos de una empresa, independientemente de su tamaño, para lograr llevar a cabo la visión y misión por la que fue creada y poder crecer en un mercado agresivo, dinámico y globalizado.

Pero también es un barómetro; a los países se les mide en función de su productividad. En la medida que estos son más productivos, también se vuelven más competitivos, más innovadores y, por ende, generan un mejor bienestar a sus habitantes. Todos los gobiernos han estado preocupados de la productividad, pero cuando el crecimiento del país se genera principalmente por la exportación de materias primas, sin mayor valor agregado, la productividad se reduce a ingresos por las ventas de estos productos; la innovación y la mejora continua, quedan guardadas como muy buenas intenciones, y sólo parece quedar tiempo para administrar los ingresos que, por lo general se transforman en consumo y poco en ahorro e inversión.

Vivir en mercados dinámicos y globales, implica un vértigo tal que lo que ayer fue muy bueno hoy nos puede poner en apuros.

Es entonces que recordamos la palabra “productividad”, cuando hay bajo crecimiento y la competencia ya lleva mucha ventaja. Otra vez se instalan conceptos como innovación, mejora continua -sinónimo natural de la calidad- y todos enfocados en la misma proyección: la productividad.

Tal vez los ingresos generados por el país en tiempos de bonanza, no se han traducido en ahorros e inversiones rentables, con bajo riesgo y sustentables en el tiempo, como la innovación, la investigación, el desarrollo y la educación de calidad, con programas académicos actualizados y perfiles de egreso de acuerdo con lo que los mercados, dinámicos y globales, demandan de nuestros técnicos  y profesionales.

Estas últimas, parecen responder a una serie de intenciones, programas y propuestas desde el Gobierno, los empresarios y las casas de estudios superiores, en las que generalmente están de acuerdo, pero cuando llega el momento de valorizarlas, la inversión debe  hacerla  “el otro” y aparecen respuestas muy justificadas de estos tres importantes actores, para decir por qué los otros deben gastar (no invertir) en las propuestas de productividad.

La productividad merece ser abordada como un desafío permanente de Chile, de manera que todos sus habitantes podamos disfrutar de un mejor bienestar, con una mayor equidad en los ingresos producto de una educación de calidad, capacitación permanente, innovación en productos y servicios de exportación  e investigación y desarrollo.

Chile ha demostrado capacidad de resiliencia, activo importante, como no, a la hora de hablar de productividad.

Sergio M. Urrutia Donoso

Académico

Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas

Universidad Central

 

 

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