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Columnista

¿Ética o estrategia?

Leslia Jorquera

Manola Sánchez

Decana Escuela de Negocios

por Leslia Jorquera

Hace unas semanas, en un encuentro de la Red de Egresados de la Escuela de Negocios, el ex alumno de ingeniería comercial, Javier Martínez -hoy vicepresidente ejecutivo de la red de Casinos Enjoy en Chile-, nos planteó un desafío que se ha vuelto clave en la formación de los futuros profesionales. “Es la estrategia la que debe alinearse con la ética, o es la ética la que se debe funcionar en línea con la estrategia de negocios. Creo que si pensamos como la última frase, estamos mal”. 

La visión de Martínez fue compartida por sus pares en ese panel. Todos hombres de negocios formados hace varias décadas y que hoy, en medio de las turbulencias mediáticas, buscan defender la integridad de los empresarios chilenos de los ataques de los que han sido objeto, tras los últimos escándalos corporativos de corrupción y colusión.

Se ha puesto un manto de duda sobre la ética empresarial, un valor que debe regir a la hora de hacer negocios y tomar decisiones en las empresas tanto públicas como privadas. Y, claro está, ningún ejecutivo quiere despertar y encontrarse en la portada del principal diario del país expuesto por una transgresión a la ética, que probablemente no previó. 

Por eso ya son varias las firmas que han incorporado principios éticos a sus políticas internas, mientras las autoridades han elevado los controles para reducir el espacio para que se generen conductas que violan la transparencia y la ley. No es azar que desde la crisis financiera global, la debacle de Volkswagen (sin duda la peor pesadilla de un líder empresarial), y polémicas tan locales como el caso La Polar, Caval, SQM, Penta, y CMPC, han proliferado los seminarios y charlas sobre el ejercicio correcto de los Gobiernos Corporativos de las empresas y numerosos estudios acerca de los roles y responsabilidades de directores y ejecutivos, en las decisiones que pueden desencadenar algún tipo de práctica reñida con la libre competencia.

La academia tiene en esto un rol fundamental como formadora de los profesionales que manejan las empresas en el futuro. Las tendencias más modernas al respecto dicen que más que manuales profesionales sobre qué hacer y qué no hacer, lo que se debe enseñar hoy es cómo participar de los negocios con inteligencia e integridad, y generar un debate ético real sobre el papel de la empresa y el profesional de negocios, en una sociedad de libre mercado.

De acuerdo con un artículo de Harvard Business Review, las visiones de estudiantes de MBA sobre el actuar ético en los negocios se refieren al menos a tres ejes. Por un lado, están quienes ligan la ética a conceptos como auto-control y ambición, afirmando que la ambición debe ser guiada por el auto-control y que el foco debe estar puesto en el beneficio social más amplio. Otros la vinculan a la responsabilidad, argumentando que las libertades en una sociedad libre que permiten alcanzar intereses personales, no están exentas de deberes. Finalmente, dice el artículo, está el estómago y esa sensación interna que alerta claramente cuando lo que se hace está bien y cuando no.

La importancia de que esa sensación “estomacal” funcione bien, ha demostrado tener efectos que van más allá de la “mera” rentabilidad de una empresa que goza de prestigio. Es reputación social en beneficio de todos y por ello tenemos la obligación de hacer algo. 

De acuerdo con un reciente artículo de la Revista Forbes, existen cuatro grandes razones por las que “ética vale". En primer lugar está el costo de la reputación. Luego, el hecho de que las organizaciones éticas tienen menores costos del capital, y -por último-, que los mejores talentos quieren asociarse con empresas de renombre y no afectadas por escándalos. Y eso sin contar el elevado costo de limpiar un desastre ético, que puede llegar a varios miles de millones de dólares, al sumar las pérdidas de los accionistas, juicios, multas y gastos de relaciones públicas para hacer frente a la crisis. 

Desde este punto de vista, ser éticos es una herramienta estratégica de sostenibilidad y rentabilidad. Sin embargo, esas no son las únicas verdaderas razones para centrarse los negocios en la ética, según afirma Jonathan Haidt, autor del libro The Righteous Mind (La mente recta) y profesor de Negocios de la Universidad de Nueva York, quien es citado por Forbes. Al igual que lo hemos planteado en ocasiones anteriores desde la Escuela de Negocios, para este psicólogo los negocios son el motor del crecimiento y la razón por la cual las tasas de pobreza extrema están cayendo en todo el mundo. Por ello, dice, “ayudar a las empresas a hacer sólo un poco mejor las cosas, con un poco más ética, es sin duda el más importante proyecto que la humanidad puede emprender”. Esto porque no sólo podría incrementar el pastel, sino que también dividirlo más equitativamente, según Haidt. Un tema que hoy, nos preocupa a todos.

Warren Buffet, quién tiene principios éticos muy exigentes en su compañía, dice: “Toma 20 años construir una reputación y sólo cinco minutos destruirla. Si lo piensas, harás las cosas de manera diferente”.

Manola Sánchez

Decana Escuela de Negocios

 

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