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La Tribuna
Columnista

Cuando la realidad es más alta que la luna

Leslia Jorquera

Ivés Ortega

Poeta

por Leslia Jorquera

Los malos empresarios, harán lo posible por eliminar también la competencia del empresario justo, pues han dominado todos los instrumentos del Estado para amplificar las ganancias que les proporciona el negocio.

 

La tendencia predominante en el país, respecto de sus autoridades electas, es a mejorar los indicadores económicos que versan en bajar o mantener, al menos, los niveles de cesantía de la población; y de una u otra manera satisfacer las necesidades de asentamiento que requieren las familias en cuanto a equipamiento en salud, educación, vivienda, transporte, entre otras, es decir, que las necesidades básicas de la gente sean resueltas en su existencia… ¿Qué hacer cuando la voluntad política de turno no va por ese rumbo?

El problema está ahí y seguirá estando progresivamente, el aumento del salario mínimo y las leyes laborales, me remonta a los momentos más álgidos de la Revolución Industrial, de aquello Chile ha heredado la parte más triste de ese periodo de la historia. Por un lado la clase trabajadora insatisfecha, con horas de trabajo producidas y horas de trabajo laboral, que no se condicen con el sueldo a cobrar por caja, hay que seguir endeudándose para sostener una base de alimentos hechizos en la canasta familiar.

Dice la historia que cuando los trabajadores comenzaron a dar cuenta que el salario no les alcanzaba y las mercaderías subían su valor, la respuesta oficial siempre fue el uso de la fuerza para sosegar a esos revoltosos.

Los malos empresarios, harán lo posible por eliminar también la competencia del empresario justo, pues han dominado todos los instrumentos del Estado para amplificar las ganancias que les proporciona el negocio, ahí está la Constitución política, sus leyes laborales, sus recursos civiles y militares.

Otra de las secuelas de la industrialización en Chile, fue el llamado sistema de enganche, grandes hordas de hombres y mujeres trasladados a un lugar extremo, engañados por un sinfín de mejoras en su calidad de vida, terminaban sus vidas en el abandono total en las salitreras o bajo las rocas de algún canal de regadío acá en el sur.

Veinte días produciendo diez días en casa, es la conversa que tienen los padres de familia, ya no cobran el salario en fichas; pero si pasan la tarjeta cada vez menos en los lugares de canje. Todo esto mientras una serie de gremios de cuello y corbata se aprietan la guata riendo, mofándose de sus acciones patrióticas, en el ayer cuando utilizando los mismos subterfugios de siempre han logrado liberar a los malos empresarios de toda responsabilidad y de justicia para que estos revoltosos de siempre sigan sometidos y negados todo cuanto se merecen las familias que representan.

Ivés Ortega

Poeta

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