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Columnista

Los indígenas y su verdad

Leslia Jorquera

Mario Ríos Santander

por Leslia Jorquera

El diálogo, forma suprema de la relación humana, permite caminar juntos, construir asentamientos sociales comunes, respetarse. Y en esto, nuestra “república”, no entiende nada.

 

Chosquehuanca, canciller del Gobierno boliviano, expresó en una frase, la esencia del mundo indígena latinoamericano: “Si estamos frente a un árbol, quien no es indígena, “estudiará” el árbol. En cambio yo, soy el árbol”. La diferencia, señala, está en el conocimiento y el cosmoser. “Tú tienes conocimiento, yo soy”. Así de simple y no hay más palabras. Cualquier otra observación sobre lo expresado, sólo será de algún sociólogo, tan dado a interpretar todo, incluso el alma de los pueblos.

Pero, lo anterior no basta para comprender mejor al indígena latinoamericano, (…la bandera que se eleva en Ralco o Tirúa, es la misma del Aymará en Bolivia o el Quechua en el alto Perú). La naturaleza, es el entorno más inmediato vital del alma indígena. Las personas, son la continuación de tal naturaleza y por tanto, aquello que le dio origen, es el punto de partida y final de cualquier argumento que se discuta. A ello se le llama: Ancestral. La naturaleza, no fue construida, surge por su propia condición de lo que es. Por ello también es razonable sostener que la, “cultura es finalmente, todo aquello que se agrega a la naturaleza”. Y aunque el indígena no lo exprese así, “tan occidentalmente”, lo manifiesta en sus actitudes, objetivos, formas de vivir. Así entonces, surge una primera dificultad en el diálogo del “culto con el natural”. Mientras que para el primero el futuro es todo cuanto llegará, para el indígena, es el pasado. “El pasado es lo único que existe y cualquier cosa que ocurra mañana, será el pasado quien lo dispondrá”.

El diálogo, forma suprema de la relación humana, permite caminar juntos, construir asentamientos sociales comunes, respetarse. Y en esto, nuestra “república”, no entiende nada. Por el contrario, gatilla profundas divisiones al pretender imponer en el alma indígena, todo el poder que otorga la “mayoría”, expresión suprema de la Democracia. Impone “directorios de comunidades, presidente, secretario, tesorero…”, se marginan los lonkos y más aún las machis, pasando a decorar irrespetuosamente, el patrimonio folklórico del país. Se les ha restado toda capacidad de justicia y hemos repletado al país de jueces. Los lonkos, (en la justicia, símil del Juez de Distrito que existió en Chile…), fueron capaces de hacer justicia. “Nunca, un pueblo indígena construirá una cárcel. La justicia tiene otras aplicaciones o sanciones. Si la República, nos deja aplicar la justicia, volveremos a la paz”. De partida, defender la vida, es un asunto esencial y ella, está en las cosas propias de la naturaleza, a partir de aquel ser que está por nacer.

Pero se seguirá insistiendo porque no se cree en la diversidad de las cosas. Sólo es verdad la mayoría. Nada importa si no tiene tal premisa y quien mejor lo representa, es el Estado, “el mismo que nos ha marginado de nuestra esencia”. Los vehículos que se queman, (nunca el trigo, alimento de la naturaleza), son “producto de unos pocos” es el discurso oficial. Y eso es verdad. Pero también es cierto que el resto, no apagará el conflicto, porque “el Estado es el responsable, que él lo arregle”, surge como respuesta. “Ahora nos quieren “arranchar” en un ministerio. Peor aún. Eso no lo queremos”. La única estructura real, es la comunidad, ahí se congrega el gobierno, el alma, la verdad. Seguir destruyéndola, es romper ancestralmente su naturaleza y eso, no se acepta.

Mario Ríos Santander      

 

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