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Columnista

Fariseísmo

Leslia Jorquera

Abelardo González

por Leslia Jorquera

 Un ejemplo claro de fariseísmo es lo que hemos podido observar hace poco cuando el voto de unos cuantos que se dicen cristianos dio su aprobación a un proyecto de ley que permitirá ir contra el más básico de los derechos humanos: el derecho a la vida. El quinto mandamiento no existe para ellos.

 

A través de  la  literatura (“El extraño caso del Dr. Jekill y Mr. Hyde” de Stevenson) y del cine (“Vestida para matar” de Brian De Palma) hemos conocido   extrañísimos casos de personas con ”trastorno de identidad disociativo” o, como comúnmente se le conoce,  doble personalidad. Es  un grave trastorno que hace que una misma persona adopte  dos formas de ser diferentes, con sus respectivas pautas de conducta.

Se podría pensar que esta gravísima enfermedad es un mero invento del que hacen uso escritores y guionistas para  aterrorizar al público, pero lamentablemente no es así, ya que  con mucha frecuencia –no tal vez con la gravedad que muestra la psiquiatría-  es posible observar a esta clase de personas  en la vida diaria, mostrando  conductas que  desdicen por completo de la  moral, las convicciones o la fe que afirman tener. Se les conoce con varios nombres: fariseos, hipócritas, embaucadores o solapados. Jesucristo les conoció perfectamente  y usó durísimas palabras -que no pronunció ni contra ladrones ni prostitutas -,  para referirse a ellos: “raza de víboras”, “sepulcros blanqueados”, “serpientes”, “guías ciegos”. ¡Tal era  el escándalo que su conducta producía entre el pueblo judío, que merecieron ese duro reproche de parte del Señor!

En todos los tiempos y en todas las sociedades han existido estos personajes, también hoy. Hace poco recordamos cómo Poncio Pilato no fue capaz de actuar conforme a su convicción  y, por temor a la reacción del pueblo, permitió la muerte de un hombre que él sabía inocente; en  el siglo XVI entraron en vigencia  los consejos que Maquiavello daba al príncipe para conservar el poder y que pueden resumirse en el fin justifica los medios. En nuestro querido Chile, el genio de la gran dramaturga Isidora Aguirre dio origen a un personaje -Alcibiades, el alcalde de la Pérgola de las Flores- ,que encarnó muy bien esa actitud inconsecuente, que, por mezquinos intereses cortoplacistas,  “dice siempre sí y nunca no”, anteponiendo siempre “lo que más me conviene a mí”,  cualquiera sea la situación.

Es cierto que la política requiere de personas con  una gran capacidad o  arte para armar acuerdos entre partes con distintas visiones; es indudable  que  exige mucha generosidad para ceder,  respeto al otro (que nunca será un enemigo) y  disposición al diálogo para buscar acuerdos  que conduzcan al bien común, pero de allí a callar por temor, a pasar por alto los principios morales o actuar contra le fe que se profesa, hay un abismo Los acuerdos y los consensos tienen un límite y no siempre podrán alcanzarse.

Un ejemplo claro de fariseísmo es lo que hemos podido observar hace poco cuando el voto de unos cuantos que se dicen cristianos dio su aprobación a un proyecto de ley que permitirá ir contra el más básico de los derechos humanos: el derecho a la vida. El quinto mandamiento no existe para ellos.

Abelardo González

 

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