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Columnista

El salario ético que ocupa a la curia

Leslia Jorquera

Renato Segura

Director Centro de Estudios CERRegional

por Leslia Jorquera

Es posible que la propuesta de la Iglesia esté inspirada en la buena intención, pero carga con un contenido que amenaza con diseminar la frustración y desesperanza entre quienes se pensaba beneficiar.

 El obispo Goic nuevamente atrajo la atención de la opinión pública con su propuesta de ingreso mínimo ético. Cuando la tasa de desempleo sorprende con 5,9%, a pesar de los magros resultados en materia de actividad económica, la Iglesia propone un salario ético de $400 mil. Mientras el arzobispo de Santiago reconoce que gana dicho salario, el ministro del Interior se apuró en aclarar que la discusión sobre este tema no puede ser una “cuestión populista”.

Utilizando los datos aportados por la encuesta Casen 2013 y la variación del índice real de remuneraciones del INE, entre diciembre 2013 y enero 2016, se observa que, para una fuerza laboral ocupada de 10,6 millones de personas, el 64% gana menos que el salario ético planteado por la Iglesia Católica (70% en el caso de la Región del Biobío). En términos del promedio, la implementación del valor ético del ingreso, implicaría un aumento de 24,5% del ingreso laboral. Si se considera que la productividad total de factores (PTF) ha crecido en promedio 0,9% al año (Ref.: Evolución de la Productividad Total de Factores en Chile 1993 – 2012, Corfo – UAI), se requiere de ¼ de siglo para compensar el aumento real del salario hoy con el crecimiento futuro de la PTF.

Aún cuando, desde el punto de vista económico, la medida propuesta es impracticable, desde el punto de vista social, se atiza la discusión de la justicia social y la equidad en una sociedad con profundas brechas de ingreso, cuya actividad económica está basada en el consumo. Si se estima que, sólo el endeudamiento bancario, compromete en forma permanente el 30% de los ingresos de las familias, el salario ético sube a más de $570 mil al mes. Si a esto se suma el pago de arriendo, servicios básicos y todas aquellas prestaciones que el Estado deja de entregar a quienes disponen de dicho ingreso, se podría a llegar fácilmente a $1 millón como salario ético.

Es por ello que, en una sociedad de oportunidades, el salario es consecuencia de la justa retribución a los esfuerzos que cada persona realiza, de acuerdo a sus talentos y no un fin en sí mismo. El concentrar la discusión en el valor que merece el trabajo, es quitar dignidad del mismo y, a lo que esa persona, realiza día tras día. Es posible que la propuesta de la Iglesia esté inspirada en la buena intención, pero carga con un contenido que amenaza con diseminar la frustración y desesperanza entre quienes se pensaba beneficiar.

Renato Segura

Director Centro de Estudios CERRegional

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