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La Tribuna
Columnista

La buena y la mala educación

Leslia Jorquera

Alejandro Mege Valdebenito

por Leslia Jorquera

 La hoy llamada “educación de calidad” no es garantía de buena educación. Por el contrario, se la identifica y se la acepta como la formación de seres individualistas y competitivos.

 La señora, después de una larga espera con su guagua en brazos, se encontraba en el primer lugar de la fila más numerosa de quienes esperaban ser atendidos en la única ventanilla de la entidad bancaria abierta al “público en general”, las otras 3 o 4 estaban destinadas a las “empresas” y a los “clientes”. (Realizar un trámite en un banco donde no se es cliente requiere tiempo y paciencia y para ser cliente, al menos dos requisitos básicos: tener dinero en el banco o debérselo). Al quedar una de las ventanillas preferentes  desocupada, la señora se acercó a ella, pero su intento fue detenido por un “cliente” que de improviso le salió al paso reclamando su derecho preferencial. La señora acomodó la guagua que se escapaba de sus brazos y un tanto avergonzada bajó la mirada como pidiendo disculpas. Una persona de la fila dijo en voz baja, “que tipo más mal educado”. Y no calificó al señor por ir bien vestido, por la carpeta bajo el brazo –tal vez con un destacado currículum- con apariencia de bien educado, sino que por su acción descomedida y agresiva. Actitudes como ésta, y otras peores, que son parte de la normalidad de cada día, demuestran que la educación que tenemos no se ocupa de la formación de ciudadanos bien educados. Las personas bien educadas no resultan ser siempre quienes han acumulado saberes o tenido el privilegio de haber estudiado en los mejores colegios y universidades, que se jactan de sus diplomas y títulos, que hacen ostentación de sus cargos públicos o privados, de su estatus profesional o su poder económico y político. La hoy llamada “educación de calidad” no es garantía de buena educación. Por el contrario, se la identifica y se la acepta como la formación de seres individualistas y competitivos, dispuestos a lograr sus fines sin importar los medios y no son pocos los que utilizan los conocimientos y habilidades adquiridas en su educación para engañar, defraudar al prójimo, embolsarse los recursos del erario nacional y destruir la fe pública. La buena educación no discrimina ni agrede; tiene un fuerte componente ético que se plasma en las actitudes y en el comportamiento social y laboral del diario vivir. La buena educación conlleva la adquisición y práctica de hábitos y valores positivos; la buena educación socializa y dignifica; permite la convivencia pacífica, solidaria y respetuosa; hace a los individuos honestos y responsables; permite establecer la credibilidad y la confianza entre las personas e instituciones y fortalecer la democracia, hace, en suma, a las personas y a las sociedades más humanas y felices. ¿Será posible que la familia, la sociedad y el sistema educativo se pongan de acuerdo y tomen con firmeza la decisión de formar personas según la clásica definición de “bien educadas”? Esa es la “educación de calidad” que nos hace falta.

Alejandro Mege Valdebenito

 

 

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