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Columnista

Aún tenemos plaza angelinos

Leslia Jorquera

Alejandro Mege Valdebenito

por Leslia Jorquera

 

Los estacionamientos son necesarios, pero no se construirán bajo la plaza afirmó el alcalde, logrando un acuerdo con la empresa depredadora de los intereses ciudadanos. La noticia pareció alegrar a todos. No a todos, claro.

 

La plaza de nuestra ciudad, como el ágora de los griegos, cuna de la democracia, es el lugar de encuentro de la diversidad, de todas las edades, todos los signos y todos los empleos; florido y verde espacio de jóvenes amores que se expresan sin rubor, oasis del descanso merecido de la suma de los años, donde bicicletas y patines de una juventud aún irreverente con la paz que requieren, irrumpen su quietud con malabares que necesitan de espectadores que se sorprendan con su experticia. La plaza, corazón de la ciudad, escenario de todos los actos y conmemoraciones, públicas o privadas, desfiles de estudiantes soñadores y organizaciones de bien público, instituciones civiles y militares, desde donde salen o llegan las más variadas expresiones de una sociedad que tiene vida, sean culturales, solidarias, políticas o religiosas y donde confluyen de cuando en cuando, con cánticos y consignas las columnas humanas de gremios e instituciones que reclaman dignidad y justicia, haciendo un llamado con sus voces, pitos y tambores a la conciencia de quienes, con su voto, se les otorgó el poder para representar sus anhelos.

Esta plaza nuestra, que revela de cuerpo entero el nivel sociocultural y humano de la ciudad, enajenada por  años por unos pocos que deciden por todos, para construir bajo ella estacionamientos subterráneos, mereció el rechazo de miles de conscientes e indignados ciudadanos que alzaron sus voces para revertir la decisión inconsulta, iniciando distintas gestiones para suprimirla, aunque la repetida monserga para justificar el “buen negocio” para la ciudad sigue siendo repetida por quienes la promovieron, cuando la verdad es que ha resultado sólo un pingüe negocio para la empresa que se adjudicó su construcción más una desagradable imposición y una molestia para los sufridos angelinos que cruzan por la remozada plaza temiendo que se remueva el subsuelo que la sustenta y que, como premio de consuelo, tropiezan a cada paso con el desastre de lo que se prometió ser un hermoso y amable paseo peatonal.

Los ciudadanos opositores a que la frialdad comercial del fierro y el cemento invadan la plaza tienen esperanzas. Los estacionamientos son necesarios pero no se construirán bajo la plaza afirmó el alcalde, logrando un acuerdo con la empresa depredadora de los intereses ciudadanos. La noticia pareció alegrar a todos. No a todos, claro. Algunos de quienes apoyaron el proyecto y que nunca reconocerán su equivocación, en aras de la transparencia que no tuvieron,  piden las mismas aclaraciones que nunca dieron para aprobar la propuesta alcanzada por la autoridad y terminar en mejores condiciones que las contractuales con una obra que la mayoría de la comunidad rechazó desde sus inicios. Bien por todas las gestiones realizadas por una plaza que aún es nuestra.

Alejandro Mege Valdebenito

 

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