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Columnista

Comunicación y afecto para abordar el mal rendimiento escolar

Leslia Jorquera

Fernando Contreras Hernández

Psicólogo y académico

Facultad de Ciencias de la Educación

Universidad San Sebastián

por Leslia Jorquera
  1. Un error que habitualmente cometen los padres es tratar de mejorar el rendimiento castigando a sus hijos. La sanción carece de efecto, porque la mala calificación es una consecuencia y no un comportamiento.

A un mes de finalizar el año académico es posible que algunos estudiantes ya hayan asumido que terminarán el año con malas calificaciones o incluso lo perderán. Un problema complejo que debe ser necesariamente abordado por la familia y el establecimiento en su conjunto.

Lo primero que se debe tener presente es que el mal rendimiento académico responde a distintas causales, por tanto, la forma de afrontarlo por parte de la escuela y de la familia es distinta. Cada alumno es un universo que requiere una atención especial.

Al evaluar el rendimiento académico de sus hijos, los padres deben considerar que hay cursos donde se suelen presentar mermas, por ejemplo en quinto básico, séptimo, octavo y tercero de enseñanza media. Esto responde, por una parte, a la articulación que existe entre los distintos niveles, por ejemplo hasta cuarto básico los estudiantes están expuestos a un número reducido de profesores y en quinto suelen tener un docente por cada asignatura. A esto se suma que se presentan cambios importantes a nivel del currículum y exigencia en estos cursos y que los estudiantes se encuentran experimentando una serie de cambios relacionados con su etapa de desarrollo que habitualmente repercuten en el rendimiento.

Un error que habitualmente cometen los padres es tratar de mejorar el rendimiento castigando a sus hijos. La sanción carece de efecto, porque la mala calificación es una consecuencia y no un comportamiento. Es distinto si las sanciones se asocian a comportamientos específicos como el estudio o la realización de tareas, además las sanciones no inciden en la calificación, y generan a su vez como efecto adverso ya que el estudiante puede experimentar aversión por el estudio o la escuela.

Es importante que de utilizarse alguna sanción, ésta sea proporcional o coherente con el problema o conducta que se desea castigar. En este sentido, por ejemplo, privarlos de las vacaciones en caso de repitencia no tendría el efecto deseado, siendo además muy complejo de implementar.

Tampoco es recomendable realizar comparaciones entre hijos, ya que el hermano que presenta bajos rendimientos está expuesto a desarrollar un patrón de desesperanza frente a las actividades académicas. Además, aun cuando los padres no lo expliciten, los hijos se dan cuenta de que existen estas diferencias y que para su hermano(a) el tema académico aparentemente es más fácil. En este sentido, lo importante es que los hijos sientan que sus padres los apoyan frente a este tipo de dificultades, lo cual se hace sobre la base de una comunicación cercana, comprensiva y cariñosa.

Fernando Contreras Hernández

Psicólogo y académico

Facultad de Ciencias de la Educación

Universidad San Sebastián

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