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La Tribuna

Ideas de una joven idealista

por Gabriel Hernandez Velozo

Rebeca Elizabeth Salcedo Vallejos
Alumna del Colegio San Rafael Arcángel

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  1. Tantos padres que se desmerecen a sí mismos y les inculcan a sus hijos que no deben ser igual que ellos y que deben ser profesionales, como si su trabajo y esfuerzo no le hubiera dado de comer a sus niños, como si un título te hiciera mejor persona, como si los oficios no fuesen necesarios.

Me considero idealista, pero no por eso dejo de ser realista. Paulatinamente el mundo puede cambiar si nos proponemos que así sea. No podemos dejar de cambiar, pues permanecer hace mal, hay que adaptarse para sobrevivir, y como ciudadanos tenemos la responsabilidad de hacer posible la sobrevivencia de nuestra sociedad en un contexto que es tan dinámico.

Entre los tantos aspectos que conciernen a una sociedad y al contexto de los individuos se encuentra la educación. Soy una fiel defensora de la educación como herramienta para la formación de ciudadanos humanos y conscientes del mundo.

Sin embargo, esto implica la difícil tarea de ir contra la marea. Estos ideales me obligan a llevar dentro un espíritu de lucha porque la educación de hoy no tiene fines humanos, más bien busca el desarrollo económico.

Es triste lanzarse a una carrera universitaria sabiendo que el sistema esta tan mal planteado. Sabiendo que el mundo de la educación superior es un mercado (más que la educación básica y media) donde se aprovechan de la desesperación de los jóvenes por ser alguien.

Y así es, ya que actualmente en Chile vivimos en una cultura exitista. Tantos padres que se desmerecen a sí mismos y les inculcan a sus hijos que no deben ser igual que ellos y que deben ser profesionales, como si su trabajo y esfuerzo no le hubiera dado de comer a sus niños, como si un título te hiciera mejor persona, como si los oficios no fuesen necesarios. Lamentablemente hay quienes están convencidos de que lo que te de dinero más fácilmente te hará más feliz.

Esto es el punto de partida para la mercantilización de la educación superior. Todos quieren estudiar. Pero el mercado laboral no da abasto. No obstante, las universidades forman profesionales en cantidades industriales sin asegurarles calidad en su enseñanza. Entonces estas instituciones muchas veces te estafan porque este mercado no se autorregula y nadie lo fiscaliza como corresponde.

Aunque esto parece que poco le importa a las personas. No sé si son valientes que no temen a los perjuicios que estas instituciones les puedan causar o ignorantes que solo quieren estudiar. Creo que hay de todo.

Me parece interesante el comportamiento de la gente cuando se dan los puntajes PSU, cuando aquellos que nunca te hablan te preguntaran como te fue, te llamaran aquellos familiares que no saben ni tu cumpleaños, y si te va mal te dirán que no importa con la cara más falsa que les sea posible articular, te recomendaran tomarte un año, postular de nuevo y te aconsejaran que no te quedes sin estudiar. Ni hablar de los más antiguos que pondrán al contraste sus tiempos y te sacaran en cara que ahora cualquiera puede estudiar pues hay muchas facilidades. En el caso de que te vaya bien, todo aquel individuo que te conozca se sentirá orgulloso de ti y seguramente te presumirán con sus amigos y conocidos (como si ellos hubieran pasado de largo por las noches estudiando, hubieran ido a clases y rendido las pruebas por ti). Lógicamente, siempre estarán esas personas que te apoyan pase lo que pase y no dejaran que se te suban los humos a la cabeza o que te ahogues en este simple vaso de agua, serán sinceros en sus felicitaciones o en sus consuelos. Cierto es que esta última especie de ser humano está en peligro de extinción

Es así como la vorágine post PSU se resume en: mucha gente llamando y preguntando por las víctimas de este año; las largas filas en las universidades, principalmente en las privadas que no piden buen puntaje, donde los jóvenes confundidos y exaltados rezan por que quede un cupo para estudiar lo que sea; y líos familiares por la preocupación de que mentira dirán para conseguir una beca o crédito porque los sueldos que con tanto sudor ganan no alcanzan para pagar el arancel, ¿echaran al padre de la casa?, ¿invitaran a la sobrina a vivir de allegada?, ¿irán todos a vivir de allegados a casa de la abuela?.

De este modo, entre tanta devoción por el éxito, el dinero y los negocios que se disfrazan de sinónimos de bienestar absoluto, se pierde el sentido y la relevancia de la vocación.

No hay que olvidar que la vocación no se limita a una profesión, simplemente indica lo que más te apasiona. Si bien la vocación puede estar referida a la medicina o a la ingeniería civil química, al teatro, al diseño gráfico, y a cualquier carrera que exista, también la vocación puede ser cualquier actividad como ser ciclista, ser piloto, ser artesano(a), ser viajero(a), ser madre o padre, ser amigo(a), etc.

Debemos escucharnos y conocernos a nosotros mismos. Hay que dejar que nuestros sentimientos sean nuestra brújula y que nuestros deseos caminen por si solos. Estudiar por estudiar no vale la pena, pues lo que sea que hagamos debemos hacerlo con pasión y dedicación.

Reconozco que en un momento de mi vida fui muy exitista. Si no me equivoco fue entre octavo básico y primero medio. Estaba perdida en los laberintos del capitalismo. Por suerte desperté y me di cuenta de la persona vacía en la que casi me convertí.

Tras mucho reflexionar durante mi enseñanza media, recién este año descubrí que mi vocación está relacionada con todas las carreras y actividades que me gustan, e incluso con las que no me gustan. Yo sé que parece extraño. Pero es que mi vocación se trata, simplemente, de poner al servicio del resto mis capacidades y habilidades. Es por eso que elegiré una carrera que sea exigente, pues no basta con exigirme yo misma, quiero más y más desafíos para seguir creciendo como persona, y así también impulsar y hacerme parte de los grandes cambios que la sociedad necesita para progresar hacia esa soñada, imposible y utópica perfección que, a pesar de qué sé que es un espejismo en el camino, y que por más que avancemos nunca se hará tangible, no me atrevo a dejar de buscarla...

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