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La Tribuna
Columnista

El derrumbe de la elite

Leslia Jorquera

Cristóbal Bellolio

Escuela de Gobierno

Universidad Adolfo Ibáñez

por Leslia Jorquera

La colusión en el mercado del tissue -el “cartel del confort”- es sólo el último episodio de una serie de prácticas reñidas con la ley, la ética y el espíritu mismo de un capitalismo sano.

 La resistencia a las reformas de la Presidenta Bachelet ha llevado a muchos intelectuales y actores políticos a preguntarse cuán correcto era el diagnóstico que inspiró el programa de la Nueva Mayoría. En el mundo de la izquierda, al menos, la premisa compartida era que los chilenos querían tirarle la cadena al neoliberalismo político, económico y social instaurado en dictadura y “humanizado” (léase corregido, perfeccionado o simplemente administrado) en tiempos de la Concertación. Fue la tesis del derrumbe del modelo.

Sin embargo, a muchas familias no les causó gracia el fin del copago y la selección en la educación escolar. Los emprendedores pusieron el grito en el cielo con la Reforma Tributaria. La desaceleración económica nos recordó que sin crecimiento no hay redistribución significativa. Mencionar el cambio constitucional basta para invocar todos los fantasmas.

Es difícil determinar con certeza, quién tiene la razón en este debate. Cada bando seguirá acumulando evidencia a su favor, pero hasta el momento ninguna parece concluyente. La discusión sigue abierta. Pero hay una tesis un poco más modesta que parece, a estas alturas, incontestable. Es la teoría del derrumbe de la elite que conduce las riendas del país. Aunque la clase política venía volando bajo desde antes, los casos de financiamiento irregular que explotaron a partir de Penta - y el posterior rechazo de los legisladores a someterse a estándares exigentes de transparencia y competencia- han terminado por ponerle la lápida reputacional a partidos y figuras políticas en forma transversal. Lo mismo ha ocurrido con la elite empresarial. La colusión en el mercado del tissue -el “cartel del confort”- es sólo el último episodio de una serie de prácticas reñidas con la ley, la ética y el espíritu mismo de un capitalismo sano.

No hay que olvidar que durante mucho tiempo estuvimos orgullosos de nuestros políticos y nuestros empresarios. Ése fue el mito noventero: a diferencia del resto de Latinoamérica, los políticos chilenos eran probos y ejemplares; los creadores de empleo y riqueza, por su parte, fueron verdaderos héroes en la narrativa del jaguar. Ese mito se ha derruido penosamente. Los adictos al poder se comportan como tales y hacen lo posible por retenerlo. Los que adoran el dinero buscarán siempre la manera de amasar un poco más. Tristísimo, pero cierto.

El derrumbe de la elite política y empresarial no implica un problema ideológico insalvable sino más bien una falla de capital humano. Mientras tanto, la tarea es seguir afinando las piezas institucionales que nos protejan de los abusos de aquella elite que no era tan virtuosa como la pintaban.

Cristóbal Bellolio

Escuela de Gobierno

Universidad Adolfo Ibáñez

 

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