Opinión

La cultura escolar

Alejandro Mege Valdebenito

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Aún reconociendo que la educación se encuentra en la base de todo cuanto la humanidad ha sido capaz de  crear de manera continua y creciente en las más diversas áreas de la civilización y la cultura ha sido, también, uno de los fenómenos sociales sobre los que más se ha experimentado –siendo los escolares una especie de conejillos de india- con resultados menos satisfactorios que las expectativas que genera para alcanzar una mejor calidad de vida de la población.

Presionado desde todos los sectores  los resultados  del sistema escolar dependen de una serie de variables no resueltas  que son generadas, tanto por  el ambiente externo a la institución escolar, como el que ocurre en el ámbito interno y que impactan el proceso educativo de manera concluyente. Así, por ejemplo el Informe Coleman, investigación realizada a medio millón de escolares, determinó que la variable escuela no explicaba más allá del 10% del resultado obtenido por los alumnos, los que eran determinados por el origen socio-cultural de los estudiantes. Si bien estos resultados fueron avalados por otras investigaciones, también hubo algunas que otorgaban un mayor peso relativo al factor escuela, impacto que es posible optimizar, aún siendo los factores externos  los menos propicios, cuando se modifica  la cultura que se da al interior de la escuela y que involucra a todos cuantos participan en ella, cualquiera que sea la función que desempeña, para lograr lo que se define como una escuela eficaz, esa que “promueve de forma duradera el desarrollo integral de todos y cada uno de sus alumnos más allá de lo que sería previsible teniendo en cuenta su rendimiento inicial y su situación social, cultural y económica” (Murillo). Esta definición responde al principio de equidad, que afirma que no es eficaz una escuela que no se compromete con el desarrollo de todos sus estudiantes; al criterio de perdurabilidad, que impide considerar eficaz a una escuela que no es capaz de sostener en el tiempo sus resultados positivos; a lo que se suma la idea del valor agregado cuando lo importante no es el resultado estandar de los estudiantes, sino el progreso alcanzado habida consideración de sus condiciones de entrada a la escuela, y el principio del desarrollo integral de los estudiantes que no considera eficaz una escuela que se centra en la obtención de logros académicos, abandonando el desarrollo valórico, socio afectivo  y personal de sus estudiantes, su bienestar y satisfacción. (Murillo 2003. Braslavsky 2004).

En la construcción de una escuela eficaz el peso de la cultura escolar  es un factor determinante que, según el sentimiento que impere en ella, puede permitir el ingreso de las distintas instrucciones oficiales y seguirlas, considerar las modificaciones al currículo escolar, aceptar las disposiciones reglamentarias, adherir a las políticas educacionales y suscribirlas o bien abandonarlas en el exterior de la institución escolar y continuar haciendo lo que se cree más adecuado y posible de realizar.

No considerada en el análisis y discusión de las reformas que afectan al sistema educativo, la comunidad escolar – la variable más importante del sistema- va diseñando y reforzando su propia cultura interna como una forma de defensa de la presión externa con resultados escolares que la tensión  existente entre los distintos niveles de la administración educacional no permite mejorar.

Entre las muchas recomendaciones rescatadas de la experiencia acumulada en la construcción de una cultura escolar propicia al aprendizaje se considera la existencia de un componente y un espacio de práctica reflexiva que permita el trabajo colaborativo con procedimientos de resolución conjunta de problemas, con metas compartidas y una concepción de misión consensuada con un sentido horizontal de responsabilidad profesional, junto al soporte institucional al trabajo de aula, lugar donde se debe propiciar un clima de cercanía afectiva que evite los conflictos y comprometa a todos con el aprendizaje. En fin. Una cultura escolar que se mire a si misma, que evite comparaciones y resuelva sus propios problemas con unidad y respeto por las diferencias individuales y las opiniones diferentes si ellas contribuyen a elevar la calidad de la educación que se imparte. Esa cultura al interior de la unidad educativa depende en gran medida del liderazgo directivo y del compromiso con la educación de cada profesor junto al respaldo del conjunto de la comunidad escolar. Al Estado  y a la sociedad le corresponde atender  las condiciones laborales, profesionales y materiales en que se desarrolla el proceso educativo.

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