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Columnista

Sábados Gigantes

Gabriel Hernandez Velozo

Juan Secano Rere
Gaucho de la Patagonia
radicado en Los Ángeles
Twitter: @SecanoJuan
[email protected]

por Gabriel Hernandez Velozo

¿Qué tienen en común Don Francisco y la Presidenta Bachelet? Mucho. Ambos tocaron el cielo de la popularidad y a ambos el público les pide hoy que por favor se retiren.

Cómo olvidar la entretenida y educativa cámara viajera. Cómo olvidar esa llave esquiva que muchos participantes giraban con la esperanza de ganarse un auto o una casa. Cómo olvidar también el chacal de la trompeta. Después de 53 años en pantalla, la cadena Univisión confirmó el fin de Sábados Gigantes, luego de constatar una sostenida caída en la audiencia en los últimos años. Es lógico, todo lo material, todo lo terrenal, todo lo físico sufre el desgaste inexorable del paso de los años. Coco Legrand, en la última revista Sábado, señala que hoy se siente cansado “y que siento el peso de los años después de cada función”. Aconseja que hay que estar muy atento y que “voy a retirarme antes de que el escenario me eche”. A la Presidenta Bachelet le pasa algo parecido, ya que al igual que Don Francisco y muchos otros empresarios, artistas, políticos o deportistas prefirieron porfiar y dejar que de manera indigna el trabajo mal hecho, les muestre que en esta oportunidad, erraron el camino. ¿Qué tienen en común Don Francisco y la Presidenta Bachelet? Mucho. Ambos tocaron el cielo de la popularidad y a ambos el público les pide hoy que por favor se retiren. Hay buena fe en muchos, hay egocentrismo y no saber qué hacer fuera del trabajo en otros, pero lo más evidente que hay en aquellas personas que traspasan el límite de los 60 ó 65 años es un trabajo mal hecho. Es imposible realizar un trabajo bien hecho a esas alturas ya que las potencias del hombre se han visto mermadas por el paso del tiempo. Esa edad es el tiempo de disfrutar a los nietos, a los hijos, a los amigos, a la señora en una etapa nueva de enamoramiento. Es la edad de empezar a preparar la muerte, de acercarse ahora a Dios. Es la edad del perdón, de la tranquilidad, de cuidar cada día que pasa ya que se hacen cada día menos. Volviendo a Sábados Gigantes, tengo la sensación de que ahora en vez de quedarme con la imagen del concursante aspiracional que ganaba un carro cero milla, me quedaré con la misma imagen que tienen los jóvenes de hoy que alcanzaron a ver Sábados Gigantes, o sea un programa que ya no atrae a nadie con un conductor al que se le notan cada vez más el pelo teñido y sus múltiples intervenciones para parecer menos viejo, en una triste puesta en escena. En vez de haberse retirado a tiempo, dignamente, después de una linda y próspera carrera profesional, el ego y los falsos llamados a una causa inexistente pudieron más. Bachelet, Carlos Alberto Délano, Carlos Eugenio Lavín, Martín Vargas, Carlos Menem, Eliseo Salazar, entre muchos otros, son ejemplos recientes de personas que estarían mucho mejor hoy si a los 50, 55 ó 60 años hubieran dicho adiós a su carrera deportiva o profesional y se hubieran dedicado a disfrutar de la preciosa etapa de la tercera edad. Las capacidades del cerebro, como la memoria, el razonamiento y la comprensión (función cognitiva), empiezan ya a disminuir a partir de los 45 años, según un estudio publicado en el British Medical Journal (BMJ), por lo que como advierte Coco Legrand, sabiamente, debemos estar atentos para no dar jugo en nuestros últimos años. Salvador Dalí escribió una vez “Muchas personas no cumplen los ochenta porque intentan durante demasiado tiempo quedarse en los cuarenta.”

Basta recordar la caída en 2004 de Fidel Castro a los 78 años tras finalizar un discurso en Santa Clara. ¿Qué hace una persona a esa edad dirigiendo un país? Es cosa de ver los resultados. La vejez debe ser una de las etapas más lindas del hombre. Hay tiempo para todo, pero no queda mucho tiempo. Sófocles decía que “los que en realidad aman la vida son aquellos que están envejeciendo”. La vejez es la recta final que nos hará coronar nuestra vida o sencillamente tirarla por la borda. Una vez más todo dependerá de nosotros. Como escribió Oscar Wilde, “envejecer no es nada; lo terrible es seguir sintiéndose joven.”

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