Opinión

Con una "palilla" y un sombrero

Ayer despedimos a quien fuera el pionero de la agricultura orgánica en Chile, don "Pepe" Hidalgo, quien, como todo innovador, sufrió las incomprensiones de sus más cercanos, llegando incluso sus colegas a llamarle "Pepe Caca".

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En la entrada de la casa del campo había una tinaja. Siempre apoyada en ella estaba la “palilla”, la herramienta que utilizaba a diario mi abuelo para recorrer los potreros. Nunca se desprendió de ella y mostraba diestro su manejo raudo para arrancar algún rábano u otra hierba mal ubicada que se le cruzara por delante. Le servía también para apoyarse, para levantar alambres cuando cruzaba de potrero, para ver la condición de la tierra y para hacer dibujos en el suelo tratando de explicar alguna teoría. Esa “palilla”, como la de la foto, siempre la recomendaba a sus alumnos y al que de verdad amara la tierra. Ayer despedimos a quien fuera el pionero de la agricultura orgánica en Chile, don “Pepe” Hidalgo, quien, como todo innovador, sufrió las incomprensiones de sus más cercanos, llegando incluso sus colegas a llamarle “Pepe Caca”, debido a que aprovechaba los guanos de todos los animales para fertilizar la tierra. Ingeniero agrónomo de la Universidad de Chile, postítulo en Suelospor la Universidad de Utah EE.UU., fundador y profesor de la Escuela de Agronomía de la Universidad de Concepción, falleció a los 89 años en su campo de San Carlos Ñuble. A decenas de angelinos les hizo clases en el campus Chillán y fue él quien partió hace 40 años a desarrollar la agricultura orgánica y traer personalmente desde Europa a las certificadoras que existen hoy. Recuerdo el año 1987, cuando exportó los primeros kiwis orgánicos certificados por el mismo SAG, quien, en una no menor y osada cruzada, avaló que los productos eran 100% ecológicos. Recuerdo vivamente esos primeros años de dificultades en que nadie le creía y cómo se burlaban de él por lo revolucionario para la época que fue prescindir 100% de todo agroquímico comprado. “Todos los insumos provienen del campo”, siempre enseñó, “no existen las malezas, sólo es cuestión de ordenarlas, ¿maleza para quién?”, “cualquier producto químico externo que uno aplique viene a alterar la microbiología de los sustratos agua, aire y suelo”. Tenía todos sus potreros con un sistema de aspersión de los purines de la lechería. Gusanos, moscas, aves, lombrices, abejas, animales, insectos en general, todo era bienvenido. Muchas veces tomaba un terrón del suelo y me lo mostraba diciendo “en esta cucharada de tierra hay un mundo infinito de micro-organismos, que son seres vivos que trabajan gratis para nosotros, tenemos que ser aliados de ellos”. En el campo, muchas veces recibió a autoridades de gobierno,  periodistas, a dueños de empresas importadoras de fruta de EE.UU., Canadá y Europa, quienes quedaban asombrados por lo que más escasea en estos tiempos en todo orden de cosas: convicción. En 1989 logró exportar los primeros espárragos orgánicos y en la década de los 90 empezaron a creerle. Los productores de la zona, poco a poco comenzaron a imitarlo y hoy, como parte del legado que deja, nuestro país cuenta con más de 100.000 hectáreas certificadas orgánicas, destacando frutales como la manzana, los arándanos, los kiwis, las frambuesas y hierbas medicinales entre muchos otros rubros.

Todos y cada uno de los productores orgánicos de Chile debemos algo a mi abuelo. En lo personal, le debo la vida, la carrera de agronomía gratis que cursé por más de 20 años en su campo junto a él y, lo más importante, le debo el haber conocido en su campo a una angelina que es hoy mi mujer. Hasta siempre, querido abuelo, nos veremos pronto.

Felipe Hidalgo Bustos

Director  Ejecutivo

AgrofineConsulting

fhidalgo@agrofine.cl

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