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Columnista

La maltrecha derecha

María José Villagran Barra

La derecha vive una tormenta perfecta. De eso, pocas dudas caben. A la falta de liderazgos y la carencia de ideas se han sumado dos problemas recientes: el caso Penta y el reordenamiento del Gobierno.

por María José Villagran Barra

La derecha vive una tormenta perfecta. De eso, pocas dudas caben. A la falta de liderazgos y la carencia de ideas se han sumado dos problemas recientes: el caso Penta y el reordenamiento del Gobierno.

Respecto a Penta, el Gobierno hasta ahora -a través del Servicio de Impuestos Internos- ha encapsulado el problema, sabiendo que si lo amplía a otras empresas -sobre cinco ya hay antecedentes-, la teoría del empate caerá por su propio peso. Si mantiene su postura de no solicitar ampliar la investigación, usando una práctica que tiene un dejo argentino, impedirá abrir la caja de Pandora. Ello evitará que la política chilena caiga en un mayor descrédito y transformará a la UDI en el resumidero de los pecados de financiamiento político. Pero es -sin duda- una hipocresía. ¡El político que esté libre de pecado, que muestre sus e-mails y el talonario de boletas de sus conocidos!

En su arista política, el verdadero problema del caso Penta no es el financiamiento ilegal. El verdadero problema es que mostró una incestuosa relación entre la derecha y los empresarios. Si esto hubiera ocurrido en otra empresa o, por último, si Penta hubiera estado en otros rubros empresariales (y no justo en sectores que han sido controversiales, como las AFP y las Isapres) el impacto habría sido menor. Pero acá estaba todo relacionado. Y el emblema de esta historia quedará reflejado en aquel e-mail del dueño de Penta diciéndole al presidente de la UDI "llámame para ver qué se nos ocurre".

Mientras la UDI vive su tormento, el Gobierno parece tener un segundo aire. Ha logrado ordenarse en torno a la utopía y, presos de una borrachera colectiva, están llevando adelante el dogma programático. Los "matices" de la DC terminaron siendo sólo fuegos de artificio, y ahora se apresta a elegir a un amigo de Bachelet para dirigir el partido. La política refundacional podrá seguir adelante sin problemas, y los costos de ésta -a diferencia del Transantiago- serán graduales. Esta semana cayeron dos emblemas: el binominal y la antigua ley de educación. En los próximos meses caerán muchos más. Nada importará que hayan sido parte del éxito del país y de nada servirá propiciar su adecuación y no su eliminación. Ya es demasiado tarde. La retroexcavadora no está para disquisiciones.

Al caso Penta y al reordenamiento del Gobierno hay que sumar un tercer hecho que agudiza el problema para la derecha. El proyecto más novedoso del sector de los últimos 30 años, aquel que estaba comandado por Andrés Velasco, parece estar seriamente dañado. Es cierto que en un inicio se situó en la centroizquierda y que luego mutó hacia el centro, pero el proyecto de Velasco -defensor del mercado y alejado de las utopías colectivistas- en cualquier parte del mundo habría representado más a la derecha que a la izquierda. Velasco encarnaba a una derecha menos dogmática en lo económico, menos temerosa en lo político y más liberal en lo valórico. Pero todo ello parece estar gravemente afectado.

Maquiavelo, en El príncipe, describe que los hechos ocurren por la "virtud" o por la "suerte". En este caso, Velasco tuvo, en términos de Maquiavelo, "mala suerte" de haber pedido plata a alguien que sería descubierto, pero además mostró "poca virtud" para enfrentar el problema. Sus explicaciones son infantiles y, en la medida en que se conocen más antecedentes, más inverosímiles parecen. Si el hecho se hubiera reconocido simplemente como un aporte en el período no regulado, su daño sería más reversible. Hoy parece causar una herida mortal.

En medio de este oscuro panorama para el país, con un Gobierno envalentonado para refundarlo todo sin medir las consecuencias y una derecha maltrecha, Allamand levantó una antorcha para proponer un partido único. No queda claro ni el por qué ni el para qué, mientras el recuerdo de aquella convivencia traumática entre RN y la UDI a finales de los 80 sigue estando presente. ¿De qué le sirve a la Alianza juntarse en un solo partido cuando, con el nuevo sistema electoral, lo que requiere es una mayor oferta de alternativas?

Con la UDI con daño estructural y Renovación Nacional desdibujada, sólo parece haber espacio para el retorno de Piñera, es la única carta real que tiene el sector para volver al poder. Y, en este caso, el silencio -que funcionó con Bachelet- no parece ser la fórmula.

Sin alternativas reales, erigirse como el líder del sector no le debiera ser difícil, especialmente si logra situarse en el estatus que le corresponde. Pero para ello debe convocar en torno a un proyecto y no en torno a personalismos. Y el mensaje no puede limitarse solamente a anunciar que lo que está haciendo Bachelet significará la llegada de las diez plagas de Egipto, sino que debe propiciar la refundación del sector. Porque una cosa sí parece clara: la Alianza está muerta y enterrada.

Francisco José Covarrubias

Decano Facultad de Artes Liberales

Universidad Adolfo Ibáñez

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