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Eduardo Pérez: "Siempre he sido orgulloso de ser una persona sorda, y feliz de ser quien soy"

por La Tribuna

Con amor y esfuerzo un joven con discapacidad auditiva logró superar los obstáculos que la sociedad misma le puso en su camino para llegar a convertirse en profesional.

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María Paz Rivera Arévalo

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Es un día agradable. Los rayos del sol atraviesan la ventana mientras Eduardo Pérez Pincheira (24) abre el pendón para ubicarlo frente a la puerta. En una mesa que está al lado de las ventanas hay agua, pastillas y todo es naranjo.

Los colores fuertes le dan vida a la habitación. Misma vida que emana Eduardo cuando lo miras. Está contento, ansioso quizá por comenzar un nuevo taller en el que transmite sus conocimientos. Es lo que le gusta hacer, su pasión, su carrera profesional mezclada con su identidad. Historia y patrimonio, como él lo definió.

Cuando marcan las 17:00 horas se abre la puerta de la sala en el Virginio Gómez, y personas de todas las edades entran. Algunos riendo, otros más serios, pero todos concentrados por aprender esta lengua tan linda y tan nueva para todos.

Eduardo Pérez, futuro gráfico profesional tiene una discapacidad auditiva, y actualmente trabaja junto a su traductor haciendo lo que más le gusta, enseñar lengua de señas por medio de talleres, para que los oyentes aprendan a comunicarse con la comunidad sorda.

SUS INICIOS

Eduardo Pérez, hijo de Víctor Pérez Escobar y Emilse Pincheira Inostroza, nació el 4 de enero de 1995 en Los Ángeles.

Cuando Eduardo llegó a este mundo, con él una energía positiva sin duda apareció en la atmosfera, y es que a pesar de todo lo que tuvo que pasar para llegar a donde está hoy, jamás ha dejado la alegría y pasión por seguir sus sueños.

En 1996 Eduardo tenía un año y dos meses cuando sus papás se dieron cuenta de que algo pasaba debido a que hablaba muy poco y tenía comportamientos que llamaban la atención.

En la casa de campo que vivía la familia había un gran ventanal donde Eduardo pasaba largos ratos jugando. Cuando el padre regresaba a casa del trabajo tocaba el vidrio de la ventana varias veces para llamar su atención, pero Eduardo no se daba cuenta, ese fue el inicio de toda la historia.

“Mi esposo le tocaba el vidrio y él no se daba vuelta a mirar, entonces por ahí empezamos. Mi esposo me decía pero por qué no se da cuenta, entonces dijimos: ¡ah! A lo mejor tiene algún problema”. Contó Emilse.

Esto fue un gran golpe para la familia, la preocupación y angustia subió como la espuma y por supuesto acudieron a toda la ayuda posible.

Dado que en la familia no existían antecedentes de sordera, los pediatras le decían que era normal, que sólo se estaba demorando en hablar, pero el sentido de madre no dejó tranquila a Emilse y comenzaron los exámenes y viajes, fue hasta a la Teletón, pero lamentablemente en esa época Chile aún no estaba preparado para abordar ese tipo de discapacidades.

“En Los Ángeles no encontramos un lugar que tuviera integración para niños sordos, en los colegios no existía ese tema. Estuvimos buscando, y fuimos incluso a la Teletón y nos dijeron que no, que ahí se atendían otras discapacidades, pero que no a personas sordas”, comentó Eduardo.

SACRIFICIO FAMILIAR

La perseverancia de la familia y ayuda de la querida tía “Naty” llevó a que esta familia encontrara el pedacito de esperanza, ese rayito de luz que ayudó a Eduardo a que fuera el hombre que es hoy.

El colegio Biobío. Institución que en ese entonces se identificaba como un “colegio para sordos” ubicado en Concepción. El único problema era ese, que el colegio quedaba en otra ciudad.

Fue muy difícil quizás para esta familia tomar la decisión de separarse, ya que la mamá de Eduardo se fue a vivir a Concepción junto a él y su hermana, pero el papá se quedó en Los Ángeles trabajando. “Mi mamá lo pensó, pero como está muy lejos, entonces mi papá le dijo pero anda, aprovecha hay que hacer algo por nuestro hijo”.

El hecho de entrar a esa escuela donde todas las personas eran sordas; adultos, niños, jóvenes, todos hablando en lengua de seña, hizo que Eduardo conociera un mundo nuevo, uno del que años después formaría parte.

“Un colegio donde se me enseñaba mucho, estaba orientado a la lengua de señas. A muy temprana edad empecé a aprender de la lengua de señas, porque la idea es que no se adquiera esta lengua desde muy tarde”, señaló el futuro gráfico.

Eduardo comenzó sus estudios, creció, se fortaleció y conoció a sus mejores amigos ahí. Cuando tenía 11 años recibió el premio a mejor compañero.

“Yo tenía 11 años y me dieron un reconocimiento por ser el mejor compañero, porque yo siempre hacía actividades, mi mamá siempre muy orgullosa de mí desde pequeño.”

DESARROLLO SOCIAL

Cuando Eduardo volvió a Los Ángeles, la vida se puso más difícil. Llegó al colegio Manuel Blanco Encalada (Escuela 6). Ahí terminó su educación básica y se enfrentó a la realidad. A que en el país el tema de integración y lengua de señas era limitado, a que no todas las personas podían comunicarse con él y que debería esforzarse el doble que los demás para lograr sus objetivos, porque el mundo en el que se encontraba no estaba preparado para él.

Pero el hecho de que este joven pensara siempre de forma positiva, cosa que su compañero de trabajo José Luis Lazcano Tapia intérprete de lengua de seña y representante en Lense Biobío destaca, es lo que le ha permitido lograr sus metas hasta ahora.

“Eduardo siempre tiene algo positivo que decirte, a pesar de que las cosas anden mal, porque a veces el ser emprendedor por ejemplo no es fácil, y muchas veces hay situaciones que hacen que las cosas no vayan bien, pero Eduardo siempre tiene algo positivo que decir”.

La enseñanza media para Eduardo igual fue muy compleja. La hizo en el Liceo Los Ángeles A-59, conocido como liceo de Hombres en ese entonces. Él era muy buen estudiante, tenía promedio 6,8, pero dice que le costó mucho. Que tenía que sentarse adelante, poner el máximo de atención, ya que en ese liceo no había intérprete y la integración era mínima.

¿Y LA EDUCACIÓN SUPERIOR?

Desde pequeño a Eduardo le gustaba el dibujo, los colores, y cuando fue creciendo se dio cuenta de que podía mezclar ser instructor de lengua de seña con el diseño gráfico, por lo que en 2013 inició su carrera de técnico en diseño gráfico en el instituto Virginio Gómez.

Sin quedar conforme con eso, años después ingresó a profesionalizar la carrera de diseño gráfico profesional en el Santo Tomás de Concepción

“Yo siempre esforzándome generalmente por sacar mi carrera y empoderado en lo que significaba porque yo quería trabajar en el futuro, y para conseguirlo no me iba a quedar ahí sin hacer nada.”

RECONOCIMIENTOS

Gracias a su esfuerzo y perseverancia, hoy es diseñador gráfico y está trabajando junto a su intérprete en formar una empresa que promueva y estimule los talleres de lengua de seña. Enseñarle a la comunidad auditiva que es nuestra labor aprender a comunicarnos con las personas sordas, no de ellos.

Eduardo comenzó con la idea de su empresa cuando se dio cuenta de que al subir un video a internet donde enseñaba diseño gráfico, la gente lo compartió y vio hasta alcanzar los 12 mil me gusta.

La institución Santo Tomás lo premió como el tomasino destacado a nivel nacional y el Servicio Nacional de la Discapacidad y de Injuv por el Día internacional de los jóvenes le dio un reconocimiento por lo que estaba haciendo con sus talleres.

Por esto, Eduardo día a día se esfuerza por ser mejor, por crecer como persona y no dejar que nada se interponga en sus sueños y metas. Agradeciendo siempre al amor y dedicación que su familia le entregó y entrega hasta hoy.

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