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La Tribuna

Desde plaza Pinto a París: El sueño cumplido de Alejandro Saga

por Sebastián Díaz

Pinturas en óleo, instalación y performance son las especialidades de este angelino que maravilla a París con sus obras.

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Alejandro Salazar Vergara o mejor dicho Alejandro Saga, su nombre artístico –desprendido de la adición de sus dos apellidos- en un pintor angelino radicado en París, Francia.

Nacido en 1973, el artista cuenta que “yo nací aquí en Los Ángeles en un medio bastante modesto, en la calle Lord Cochrane y en una época bastante oscura, sombras, así es que horizonte no había mucho en esa época y estudios, lo hice en la escuela D-928 que está aún en Blanco Encalada, la Escuela 6 y luego seguí en diferentes liceos porque era bastante mal estudiante así es que repetí varios liceos por aquí por allá y finalmente para caer en el Liceo de Hombres en la nocturna y terminar finalmente mis estudios de 4º medio”.

A ello agregó que “mis recuerdos más fuertes, la adolescencia en la plaza Pinto que fue uno de mis grandes inspiradores, ahí comencé a dibujar ya bien tardío. Como a los 28 años, entonces ahí comenzó esto de la pintura, ir a la plaza Pinto nos juntábamos todos los amigos, no teníamos mucho que hacer andábamos divagando por aquí por allá, pero nada claro, y de ahí nace esa cosa de la pintura, dibujar observar y ya veo un poco más de mis alrededores”.

Salazar, comentó que desde niño se interesó por el arte, desde pequeño en el colegio, llenaba los cuadernos de dibujos.

 

EMPIEZA EL SUEÑO DE PARÍS

Alejandro arrendaba un taller, luego de decidir que se dedicaría a la pintura. Fue en ese lugar que  “llegó una señora francesa, yo me fui a Europa porque llegó una señora con un libro y me mostró pinturas de Francia y me mostró un poco la historia, la bohemia parisina de los años 1900 Picasso, todo eso… yo me quedé…, me encantó todo eso, y eso fue la idea de tomar esta decisión de por qué yo me voy a París”.

Corría el año 2005 y “Saga” con la idea tomada de ir a Francia, empezó a comentarle la idea a algunos amigos, quienes le dieron algunas indicaciones de dónde llegar y algunos datos extra. Tomó su mochila, compró un pasaje y se fue “sin mayor planificación, más que lo que tenía en mi cabeza”, según confesó el artista.

Pese a ello, su viaje no fue directo al país de la torre Eiffel, sino, que para adaptarse al cambio cultural, viajó primero a España, país en el que estuvo una semana y que dejó debido a que no le atrajo, esto, porque quería aprender un nuevo idioma, algo que no iba a lograr ahí.

“Conocí en el camino a excelente gente que me ayudó a llegar hasta París. Llegué a Francia, tomé un tren desde el país Vasco a París, desciendo del tren y se me cambia todo el mundo. Porque la lengua ya era completamente diferente, yo no hablaba nada de francés, nada nada, yo entendía todo hasta que me bajé del vagón porque es como ronroneos de gato porque es como el acento francés”, explicó.

ESTADÍA EN FRANCIA

El inicio para Salazar fue más que complejo, los contactos que tenía no funcionaron, por lo que los primeros 12 días debió dormir en la calle. “Al comienzo fue así difícil, porque los contactos que tenía, no respondieron, así es que me quedé un poco, así vagando un poco, en el buen sentido de ir conociendo, pero sí me quedé bastante rato viviendo en la calle, vendiendo pintura en la calle, dormía en la calle, fue fuerte”, afirmó el pintor.

Aún teniendo el boleto de avión de vuelta, “Saga” no quería ocuparlo, por lo que siguió adelante con su sueño de desarrollarse como artista en París.

Pero la perseverancia dio sus frutos. “Encontré unos artistas que me presentaron un teatro de artistas y yo llegué a ese teatro y fue como llegar a un sueño porque encontré pintores, gente de teatros, de circo, instaladores, bailarines, danza, yo llegué como a una escuela de arte, escuela de arte que es underground, colectivo”.

En dicho taller, la experiencia fue enriquecedora, según Salazar y es que luego de ver su trabajo logró ser aceptado, pese a que no buscaban gente para que se quedara. “Es un taller que no se podía quedar gente, es un taller de pasaje, para ayudarla a seguir caminando, pero cuando yo mostré mis pinturas y mis dibujos entonces sí quisieron aceptarme para que yo me quedara, entonces fue más por el talento más que lo humano, más que decir yo ando perdido”, aseguró.

Fue un año intenso, demoró 6 meses en aprender a hablar francés y 6 meses más en poder aprender a escribirlo.

Con el tiempo, la escuela de arte -que utilizaba un teatro ocupa- se oficializó gracias a las distintas actividades que realizaron, por lo que con ello, lograron ser visto por el municipio, quien les ayudó a establecerse de forma autorizada.

Pese a lo anterior, el pintor decidió separarse de la escuela. “Yo después de 5 años que pasé ahí llegué hasta el 2009 - 2010 y me separé de ellos y empecé a buscar mi propia vida, mi propia asociación, mi propio espacio hecho a mí”.

Tras ello continuó en una casa ocupa -recinto muy peligroso según confidenció-, lugar donde conoció a una compañera, con la que luego de conversaciones, deciden abrir su propio espacio.

NUEVO PROYECTO

Tomada la decisión, buscaron un lugar y abrieron su espacio. “Saga”, comentó que “nuestro proyecto se lo enviamos a la alcaldía, que eran dueños del edificio y vieron con buenos ojos nuestro trabajo, porque era serio, porque tenía buenos artistas, porque podría ser un buen experimento. Resultó bastante bien, se nos impuso pasar del underground a lo oficial y para eso teníamos que crear una asociación”.

Así decidieron formar “Jour et nuit Culture” – que significa día y noche cultura en español-. “Le pusimos así porque había un letrero que decía ‘no estacionar día y noche’, así que lo tomamos de ese logo, porque un día llega la policía y nos pregunta que qué estábamos haciendo ahí - en lugar ocupa-, le dijimos que éramos un colectivo de artistas, nos pregunta el nombre, vimos el letrero este y le decimos ‘Día y noche cultura’”.

Tras ello la alcaldía les ofrece firmar un contrato a tres años para quedarse con el terreno y edificio a cambio de oficializarse, con la posibilidad de relocalizarlos en un mejor espacio si todo funcionaba bien.

“El proyecto resultó muy bien y a fines de 2013, nos sitúan de nuevo en pleno centro de París. Tenemos un edificio de seis pisos que se llama Plaza Michelle, que es el corazón de París, está al lado de Notre Dam, los mejores cines, las mejores galerías de arte, es lo máximo”, comentó el entusiasmado artista.

Alejandro Salazar aprendió distintas técnicas en su paso por la primera escuela underground, lo que le ha permitido exponer no sólo pinturas de óleo, sino que también instalación y performance.

Alejandro deja plasmada su niñez en Los Ángeles, en sus obras, esa niñez en que estaba tardes solo mientras su madre trabajaba y él soñaba con algún día mostrar su arte no sólo en Chile, sino que en el extranjero. 

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