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La historia de "la joya" de La Tribuna

por Juvenal Rivera Sanhueza

Llegó en diciembre de 1978 y fue un salto trascendental para La Tribuna.

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Es uno de nuestros tesoros más preciados en el diario, una verdadera reliquia, un testimonio de una época en que los procesos para la elaboración de los medios escritos eran muy distintos a los actuales en que se aplica tecnología digital.

Se trata de la máquina de fotograbado que, en su momento, representó un tremendo salto adelante para nuestro medio de comunicación por cuanto permitió incorporar varias fotografías a las ediciones normales del diario.

Dicho equipo llegó en diciembre de 1978 a las instalaciones del diario y, con la ayuda de Pedro Mella, especialista en la materia, inmediatamente se notó el avance desde un punto de vista gráfico.

¿Qué hacía esa máquina? Convertía las fotografías en un cliché, es decir, se traspasaba la imagen a una superficie metálica que después era incorporada en el proceso de impresión.

Es que antes, ese servicio no existía en la ciudad. En consecuencia, para convertir una foto en un cliché se debía enviar la imagen original a Concepción o Santiago, la que solía tardar una semana o más en retornar a la imprenta.

Aparte de que era un proceso muy oneroso, esa opción tornaba imposible que un registro captado durante el día se pudiera publicar en el diario de la jornada siguiente, salvo muy contadas excepciones.

En consecuencia, se prescindía del uso de las fotografías recientes y se apelaba a los archivos de clichés acumulados en el tiempo, que eran empleados básicamente para contextualizar algún hecho o situación. Los clichés de las autoridades locales se solían repetir prácticamente a diario.

Por eso, incorporar este tipo de tecnología era un salto trascendental para La Tribuna. Era tecnología de avanzada, aunque todo fuera un amasijo de engranes, palancas, fuelles y resortes instalados en una suerte de cámara fotográfica de gran formato, de madera, todo montado sobre una base de metal.

La magia corría por cuenta de la química. A través de un complejo proceso de ese tipo, la imagen se fijaba en una plancha de zinc, es decir, se obtenía un cliché que se colocaba sobre una superficie de madera de igual tamaño para dar los 21 milímetros de altura, que era la medida exacta de las líneas de metal de textos y títulos. Una vez que estaba todo el material a la misma altura, se realizaba la impresión final.

Todo el proceso completo para convertir una fotografía en un cliché demoraba aproximadamente una hora y media. ¡No se debía esperar una semana para tener esa imagen en una plancha de metal!

Sin embargo, el equipo de fotograbado no se usó por mucho tiempo. En los años 80 se produjo la transición hacia el sistema offset de impresión, mucho más rápido y de mejor calidad, el cual empleaba otras técnicas para reproducir las fotografías.

Lo que sí sucedió es que el referido equipo se quedó en el diario, como mudo testigo de los progresos que se fueron dando con el paso de los años con el fin de entregar un mejor producto a los lectores del diario La Tribuna.

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